viernes, 25 de febrero de 2022

Las cinco mejores películas de Steven Spielberg

Si algo tiene Steven Spielberg es que logró conectar con el gran público desde el principio. Supongo que algún detractor tendrá el director estadounidense, pero cuesta encontrarlos. También existe gente a la que no le gustan los yogures, e incluso es posible que haya personas a las que no les gusta el pollo asado. No hay evidencias de esto último, pero todo es posible en esta vida. Seguramente conviven avergonzados entre nosotros y mantienen oculto su secreto, como los extraterrestres de la película "Están vivos" de Carpenter.

El caso es que siempre podemos encontrar algún rarito. Sin embargo, nadie negará que Steven Spielberg es un director que gusta. Y si gusta, es porque es muy bueno. Un genio.

Pero, ¿cuáles son sus mejores películas? Aunque tiene unas cuantas que merecerían un sitio en esta lista, me voy a limitar a poner cinco. O sea que tendré que descartar algunas de las importantes, qué le vamos a hacer. Si alguna de vuestras favoritas se queda fuera no me lo tengáis en cuenta y pensad en los de los yogures y los del pollo asado. ¡Ellos sí merecen arder en el infierno!

5 - El Diablo sobre Ruedas: la gran opera prima de Spielberg

Os hablaba hace unas semanas de El Diablo sobre Ruedas (1971) y os decía que me encantó. La vi siendo pequeño pero fue un placer volver a verla. Fue la primera película de Spielberg, y en un principio fue creada para la televisión. Más tarde, debido a su éxito, fue llevada al cine.

En aquellos tiempos Steven Spielberg no era la gran figura que terminó siendo. No le salía el dinero por las orejas, pero sí tenía talento de sobra y lo demostró con esta película. Y eso que el planteamiento no puede ser más simple: un coche quiere adelantar a un camión cisterna y éste no le deja. El conductor del camión la toma con el coche y decide hacerle la vida imposible. Le dice que le adelante cuando vienen coches en dirección contraria, lo empuja por detrás para que el tren lo atropelle al pasar... De todo. Es un angelito el camión, un buen tipo. Sin duda, tiene sentido que en castellano titularan la película El Diablo sobre Ruedas. En inglés se llama Duel.

El Diablo sobre Ruedas es genial por la tensión que consigue transmitir. Solo muestra las largas de un camión, carretera y el rostro bigotudo y preocupado del protagonista. Pero cuando aparece el camión tras un túnel y lo vemos acercarse lentamente sentimos un inquietante escalofrío. La película no tiene grandes efectos ni grandes giros de guion, y tampoco hace falta. El Diablo sobre Ruedas tiene suspense para regalar y es una genialidad. Steven Spielberg ya prometía maneras.

4 - Salvar al Soldado Ryan: el mejor comienzo del cine bélico


Vi Salvar al Soldado Ryan (1998) cuando se estrenó en el cine y todavía tiemblo cuando recuerdo el desembarco. Los rostros de unos hombres que saben que van a morir, la constante sensación de peligro, las balas atravesando cuerpos en el agua, un tipo recogiendo su brazo del suelo, Tom Hanks aturdido mientras le hablan. Todo. La primera media hora de esta película es tan apabullante que me marcó para toda la vida. Bueno, a mí y a tantos y tantos videojuegos que se han inspirado en la cinta de Spielberg para crear sus cinemáticas. Hablo de juegos como Call of Duty o Medal of Honor, por poner dos ejemplos.

Salvar al Soldado Ryan nos cuenta una historia que desgraciadamente debió de producirse. Todos los hermanos de un soldado americano, en este caso James Ryan, han muerto en combate en la Segunda Guerra Mundial. Tras el desembarco de Normandía unos hombres deben buscar a Ryan para llevarlo de vuelta a casa.

La película de Spielberg nos muestra toda la crudeza de la guerra. Desde el principio tenemos claro que la vida pende de un hilo todo el tiempo, pero ademas los personajes y los conflictos que se crean entre ellos son interesantes. ¿Merece la pena que un puñado de hombres arriesgue su vida por salvar a uno solo? ¿Hay que seguir los códigos de conducta bélicos y hacer prisioneros o es razonable dejarse llevar por la sed de venganza en una situación límite? Todas estas cuestiones se plantean a través de unos personajes sobresalientes, entre los que destacan Tom Hanks y Matt Damon.

Salvar al Soldado Ryan es una obra maestra.

3 - Jurassic Park: los dinosaurios de Spielberg

Parque Jurásico (1993) despertó la fiebre por los dinosaurios en los años noventa. Los niños de la época compramos muñecos, libros y cromos, y fuimos capaces de decir palabras tan largas como velocirraptor o dilofosaurus gracias a esta película, cosa que no lograron las monjas de mi colegio. Nada como estar motivado para aprender.

La cinta de Spielberg está basada en la novela homónima de Michael Crichton. El multimillonario John Hammond ha conseguido crear un parque temático de dinosaurios en una isla gracias al milagro de la clonación. Pero antes de abrir las puertas del parque al público, Hammond necesita que varios expertos avalen la viabilidad del parque. No vaya a ser que al tiranosaurio le dé por desayunar niños con patatas. Por eso el multimillonario invita a dos científicos y un matemático a la isla. Sin embargo, cuando comienza la visita las cosas empiezan a torcerse. Un poquito. Ejem.

Jurassic Park supuso un antes y un después en el uso del CGI. Es verdad que si vemos la película hoy notaremos qué escenas están creadas con ordenador y cuáles no, pero recordad que estamos hablando de 1993, y en aquellos años no se había creado nada a este nivel técnico.

Lo curioso de Jurassic Park es que solo tiene seis minutos de dinosaurios con CGI. Los otros nueve fueron creados con muñecos físicos en movimiento. O sea, que en total Jurassic Park tiene quince minutos de dinosaurios. ¿Solo? Entonces, ¿por qué tenemos la sensación de haber estado viendo dinosaurios durante toda la película?

Pues porque la dirigió un tal Steven Spielberg que volvió a demostrar que era un gran director. En realidad, esto de mostrar poco a los animalitos ya lo hizo en Tiburón: durante la película apenas se veía al muñeco (porque aquel tiburón, nos guste o no, era un muñeco) pero veíamos agua, una aleta acercándose y escuchábamos la inigualable música de John Williams que nos ponía los pelos como escarpias. Y no hacía falta mostrar más. 

En Jurassic Park Spielberg hizo algo parecido. Por ejemplo, nos avisó de que se acercaba el tiranosaurio mostrándonos el temblor de un vaso de agua. Y nos puso la piel de gallina.

Jurassic Park no es perfecta. Tiene varias cosas que chirrían, y sobre todo tiene un final demasiado "afortunado", pero se le perdona todo. Solo hay que acordarse del tiranosaurio atacando los coches, o de los velocirraptores en la cocina, o de la teoría del caos que esgrime el excéntrico doctor Malcolm. 

Jurassic Park es una película maravillosa.

2 - Tiburón: cuando Spielberg llevó el terror a las playas de todo el mundo

Tiburón (1975) es una película que siempre entra bien. La vi de pequeño, de adolescente y de... Bueno, de mayor (dejémoslo ahí). Y siempre he disfrutado como un enano con esta película de Spielberg. Tuve el privilegio de verla hace pocos años en el cine en versión original y fue una experiencia fantástica. La cinta hará medio siglo dentro de tres años, pero si la vemos hoy nos sigue transmitiendo muchas cosas.

El nombre original de la película es Jaws, está basada en la novela homónima de Peter Benchley y nos cuenta que un enorme tiburón ataca a los bañistas de las playas de Amity Island. Martin Brody es el sheriff y debe hacer todo lo posible por mantener a salvo a la población, pero el alcalde no quiere alarmar a los turistas para aprovechar al máximo la temporada estival. Hay que hacer negocio, ya sabéis. Mientras tanto el tiburón, que de negocios entiende poco pero de ponerse las botas sabe bastante, sigue haciendo de las suyas por las aguas de Amity Island. Al final, el sheriff emprende la caza del animalito junto al oceanógrafo Matt Hooper y al cazatiburones profesional Quint, cuyo bigote es de lo mejorcito de la película. Que ya es decir.

Tiburón me encanta porque es suspense puro y duro. ¿Cómo es posible que nos ponga en tensión simplemente enfocando el agua? Spielberg juega constantemente con mostrar a los personajes en el mar, pues el espectador sabe que el tiburón puede estar cerca. ¿Por qué tarda tanto en salir del agua ese tipo?, nos preguntamos. ¿Le atacará el tiburón ahora? El director estadounidense consigue que el agua cristalina y calmada del mar, brillante por los rayos de sol del plácido verano, se convierta en un lugar peligroso del que hay que salir cuanto antes. Mientras permanezcan en el agua los personajes estarán indefensos. Por supuesto, John Williams pone un grano de arena importante para lograr todo esto.

Tiburón también tiene unos personajes sobresalientes. Roy Scheider (el sheriff Brody), Richard Dreyfuss (el oceanógrafo Hooper) y Robert Shaw (el cazatiburones Quint) tienen una conversación en el barco que pone los pelos de punta. Sin agua, sin tiburones, sin la música de Williams. Porque los actores son buenos, el guion es bueno y el director también.

Tiburón es una gran película.

1 - Indiana Jones y la Última Cruzada: la mejor película de aventuras de la historia

Así de claro. Indiana Jones y la Última Cruzada (1989) es una película perfecta. Vale, no seáis puñeteros y olvidaos de Donovan envejeciendo y deshaciéndose tras beber del cáliz equivocado. Le habría venido bien un poco de crema hidratante pero Indy no tenía Nivea en aquel momento. Así que el alemán no envejeció demasiado bien y esa escena de la película tampoco lo ha hecho. Pero da igual. ¡Os digo que la película es perfecta!

Indiana Jones y la Última Cruzada se disfruta de principio a fin porque lo tiene todo: un argumento apasionante (¡el Santo Grial!), unos personajes inmejorables (con Harrison Ford y Sean Connery), escenas de acción que siguen siendo geniales, humor del bueno, unos villanos con galones (los nazis) y por supuesto la magia de John Williams.

Esta vez Indiana Jones tiene que rescatar a su padre, un arqueólogo que ha desaparecido mientras buscaba el Santo Grial. El cáliz de Cristo ha sido la obsesión del padre de Indy durante toda su vida, y por eso ha sido capaz de elaborar una libreta que contiene todos los secretos para hallar por fin el preciado tesoro. La libreta llega a manos de Indiana Jones, quien tendrá que seguir paso a paso las anotaciones de su padre.

Vi hace poco Indiana Jones y la Última Cruzada y me sorprendió lo buena que sigue siendo. Spielberg consigue que veamos la película de principio a fin con una sonrisa de satisfacción. Y no da tregua. Todo lo que pasa es interesante, sorprendente, impactante. Incluso los momentos relajados contienen diálogos que enganchan, con personajes carismáticos e información que atrapa por ser el Santo Grial el tema central de la película.

Como digo, casi todo es bueno en Indiana Jones y la Última Cruzada (lástima la Nivea de Donovan), pero me quedo sobre todo con tres cosas: 1) la relación entre Sean Connery (padre) y Harrison Ford (hijo); 2) los toques de humor del bueno que se echan en falta en las películas de hoy, como cuando Indiana Jones lanza a un tipo por la ventana del zepelín y dice: "¡No tenía billete!"; 3) la banda sonora de John Williams, otra de sus genialidades.

Indiana Jones y la Última Cruzada es la mejor película de aventuras de todos los tiempos.

martes, 22 de febrero de 2022

The Legend of Vox Machina (primera temporada)

The Legend of Vox Machina era un proyecto desconocido para mí hasta que vi en Twitter un hilo de José Manuel Bringas (@Tildom). Me enteré entonces de que Amazon Prime Video estaba a punto de publicar esta serie basada en las partidas de Dungeons & Dragons que Critical Role emitió por Twitch. Estos dobladores de series y videojuegos tuvieron tanto éxito con la iniciativa que llevaron a cabo un Kickstarter y recaudaron más de lo esperado. En principio la idea era hacer un corto sobre sus partidas, pero la cosa se les fue de las manos y terminaron creando una magnífica serie que hoy podemos disfrutar en Prime Video. ¿Merece la pena? Sin duda. Es disfrutable de principio a fin.

Aunque The Legend of Vox Machina es una serie de fantasía pura y dura, se aleja del buenismo de Tolkien que tanto marcó al género fantástico durante décadas. Estamos en 2022, las cosas han cambiado desde hace tiempo y Critical Role lo sabe. Lo que se lleva hoy día son los antihéroes, los personajes grises de George R. R. Martin o Joe Abercrombie, por mencionar a dos monstruos de la fantasía oscura. Y la verdad es que se agradece. Una serie con personajes planos y perfectos no me habría durado ni diez minutos. En cambio, The Legend of Vox Machina me enganchó desde el principio por ese tono que se aleja de lo pomposo de la fantasía tradicional y abraza sin tapujos el gore y el lenguaje malsonante. Tenía buena pinta y ha terminado siendo una serie muy fácil de ver.

Percival de Rolo y su traumático pasado

Los dos primeros capítulos sirven para presentar a la banda Vox Machina enfrentándose a un dragón. Los protagonistas son un grupo de viajeros de lo más variopinto: Percival de Rolo, un tipo que cuando apunta con su pistola demuestra que tiene muy malos "humos" (jijiji); Scanlan, un gnomo bardo que parece estar obsesionado con el sexo; Vex´ahlia y Vax´ildan, dos hermanos semielfos muy hábiles tirando flechas y abriendo puertas cerradas; Grog, un bárbaro gigante un poco lento de mollera pero con un gran corazón; Pike, una clérigo gnomo capaz de curar a sus amigos; y Keyleth, una druida semielfa que parece llevarse muy bien con los árboles. Están todos tan bien definidos que unos minutos son suficientes para conocerlos. Y eso que son unos cuantos personajes.

A partir del tercer capítulo entramos en materia. El lío empieza cuando los Vox Machina están teniendo una cena protocolaria con el Rey por haberse deshecho de aquel temible dragón. Resulta que a la cena también acuden los Frondespino, una pareja que no trae buenos recuerdos a Percival de Rolo. Estos villanos le hicieron alguna faenita en el pasado, como el pequeño detalle de asesinar a toda su familia. ¿Solo por eso?, pensará alguno. "Qué rencoroso". Os parecerá una locura, pero puede entenderse que el pistolero no esté cómodo compartiendo mesa con ellos. Así que el postre es un buen puñado de hostias entre Vox Machina y los Frondespino. A partir de ahí la trama avanza y será Percival el que tome algo más de protagonismo que el resto de personajes.

The Legend of Vox Machina: sangre, humor y lenguaje malsonante

Lo mejor de The Legend of Vox Machina es que no se corta nada. Y cuando digo nada, quiero decir NADA. Tiene escenas gore, algunas especialmente bestias. Si a alguno hay que reventarle la cabeza, se hace. Si a otro hay que cortarlo por la mitad, se le corta. Así, de repente. Sin previo aviso, como tiene que ser. Con la sangre salpicando.

La serie tampoco se corta con el lenguaje malsonante y los diálogos. Los tacos están a la orden del día, siempre con humor, y los comentarios con segundas son habituales. Ahí tenemos a Scanlan, soltando barbaridades cada dos por tres. En este sentido he echado en falta haber visto las partidas de Critical Role, pues posiblemente me haya perdido unos cuantos guiños. La parte buena de esto es que no sabía lo que iba a pasar y los giros de la serie me han sorprendido.

Lo único que puedo achacar a The Legend of Vox Machina es que su ritmo es demasiado alto. Que ojo, soy el primero al que le gusta que sucedan cosas, y gracias a esto los capítulos pasan volando. Pero es que la serie de Critical Role apenas concede un par de minutos de descanso entre un problema y el siguiente. ¿De verdad esto es algo negativo?, se preguntará alguno pellizcándose la barbilla. Supongo que no lo es, pues es lo que cabe esperar de una serie basada en Dungeons and Dragons. Acción, magia, monstruos que acechan y un problema detrás de otro. Y está muy bien, pero también me gustan las escenas de diálogos tranquilos sin que tenga que avanzar todo siempre a toda pastilla. Al menos de vez en cuando. Pero bueno, no me hagáis mucho caso porque supongo que esto son gustos personales.

Lo que sí me ha encantado es el apartado técnico y artístico de The Legend of Vox Machina. El diseño de los personajes es genial, y Piedrablanca es un lugar sumido en la oscuridad lleno de gigantes, zombis y lo que haga falta. El aspecto de los personajes también está muy cuidado, por no hablar de la banda sonora, cuyo opening se mete en nuestra cabeza a nada que lo escuchemos un par de veces. Es una melodía épica perfecta para una serie de fantasía como esta. Está claro que en este sentido no se ha reparado en gastos.

En fin, que The Legend of Vox Machina es una serie muy disfrutable. Da igual que conocierais de antes Critical Role o no. Si buscáis fantasía, Dungeons and Dragons, acción, sangre y humor, no lo dudéis. La serie es entretenidísima y seguro que os gustará. Se la han currado y se ve de tirón. La recomiendo.

Cuatro bigotes para The Legend of Vox Machina.




Entradas relacionadas:

The Legend of Vox Machina: capítulos 1 al 3

The Legend of Vox Machina: capítulos 4 al 6




viernes, 18 de febrero de 2022

Docrates: el personaje más decepcionante de Saint Seiya

"La gente siempre tiende a exagerar". Lo dijo Hyoga cuando apareció Docrates por primera vez. Seiya acababa de explicar que Docrates era un tipo con una reputación importante, pues de él se decía que era invencible y que ni siquiera todos los caballeros juntos podrían derrotarlo. En aquel momento, Docrates escuchó lo que el caballero del Cisne acababa de decir y nos dio una muestra de su poder. "Te lo demostraré", le dijo a Hyoga con la voz de Pepe Sancho y soltando la típica carcajada de villano. Y lanzó dos meteoros gigantes que agujerearon el suelo. Los caballeros de bronce saltaron y consiguieron salvarse por los pelos.

Era una buena carta de presentación. Docrates era un gigante, su armadura molaba muchísimo y parecía invencible. Rebosaba carisma por los cuatro costados. Incluso Ikki, el poderosísimo caballero del Fénix, parecía temerlo. Docrates había aparecido para recuperar el casco de la armadura de oro, la única pieza que le faltaba al malvado patriarca. Exigió al Fénix que le pasara el casco, pero éste se lo terminó entregando a Seiya. "No has debido hacer eso", dijo Docrates con el ceño fruncido. Y se montó un buen follón.

Ikki terminó muriendo, o eso parecía en aquel momento, y Seiya y compañía lograron conservar el casco. Aunque la jornada no dio para más, estaba claro que aquel asunto de Docrates iba a traer cola. Y la trajo, pero no tanto como pensábamos. Nos habían vendido a Docrates como a un tipo invencible, y nos preguntábamos cómo iban a ser capaces los caballeros de bronce de derrotar a aquel gigantón tan poderoso. A la vista estaba que se acababan de meter en un lío. Sin embargo, Docrates terminó siendo un auténtico bluf. "La gente siempre tiende a exagerar", había dicho Hyoga. Y acabó teniendo razón.

Docrates huye de la policía

No sabemos demasiado de Docrates, pues se trata de un personaje exclusivo del anime. Era el hermano de Casios, el gigantesco rival al que Seiya tuvo que vencer para lograr la armadura de Pegaso, y hay dudas sobre qué tipo de caballero era. Lo lógico, teniendo en cuenta su poder y la resistencia de su armadura, es pensar que se trataba de un caballero de plata, pero no podemos estar seguros. Lo que sí sabemos es que, a pesar de todo ese poder del que presumía, le daba miedo la policía. ¿En serio? Pues sí. Os cuento.

Poco después de su primera aparición, Docrates decidió hacer una visita a Saori para recuperar el casco. Parece que el patriarca empezaba a ponerse nervioso, y el hermano de Casios tenía una reputación que mantener.  Shiryu, Hyoga y Shun se enfrentaron al gigantón, pero el único que dio la talla fue el caballero del Dragón. Saltó, dio tres patadas voladoras a Docrates y lo derribó. "Lo ha tumbado. Voy a llamar a la policía", dijo Tatsumi oculto tras una pared. Y visto el resultado, fue una sabia decisión.

Docrates se cabreó, juntó sus puños y lanzó su ataque favorito. "¡Por la fuerza de Heracles!", dijo, y se ventiló de un plumazo a sus tres rivales. La cosa se ponía fea, y nuestro villano ya iba a echar el guante a Saori cuando se escuchó una voz: "¡Docrates! Ni se te ocurra rozarla". Sí, Seiya a veces era así de repelente, qué le vamos a hacer.

El caso es que Seiya y Docrates iban a enfrentarse, pero entonces sonó una sirena de la policía y se detuvieron. Recordemos que los caballeros del zodíaco eran gente con poderes sobrenaturales que como mínimo alcanzaban la velocidad del sonido y que derribaban edificios y montañas con sus manos desnudas. Pero amigos, la policía debían de ser palabras mayores. De modo que el hermano de Casios anduvo espabilado y atrapó a Saori. Se la llevó con una mano como si fuera un juguete y se puso a negociar. "Si me traéis el casco, os la devuelvo", les dijo a los caballeros de bronce soltando una carcajada malévola. Y huyó de la policía sin decir más.

¿Qué podían hacer? ¿Cómo derrotar a aquel gigantón que parecía invencible pero que huía de la policía? Una vez más, el caballero del Cisne tenía la solución.

Hyoga, una espalda a prueba de golpes

Ya se sabe que Hyoga era un tipo al que se le daba bien eso de congelar. Era algo así como el hombre de hielo de Saint Seiya. Había entrenado en Siberia congelando osos que vivían tranquilamente en su hábitat, que no molestaban a nadie, que vivían en paz y armonía (¿eh Hyoga? ¿Eh?). Y aquellos animalitos eran muy parecidos a Docrates, al menos en su físico, solo que los osos no huían de la policía mientras que nuestro poderoso villano sí. Por eso, Hyoga dijo a sus compañeros que confiaran en él para derrotar a Docrates, pues él sabía lo que había que hacer.

"Yo le congelo las piernas y vosotros le dais de hostias", les dijo a sus amigos. Seiya y los demás asintieron con la mirada perdida, sin terminar de entender, pero se encogieron de hombros y dijeron que vale. Al fin y al cabo, ellos no se la iban a jugar, debieron de pensar. Hyoga lo veía todo mucho más claro, y en su cabeza debía de ser un plan sin fisuras. Sin embargo, cuando lo llevó a la práctica no fue tan fácil como parecía.

Docrates y los caballeros de bronce quedaron para pegarse como si de hinchas de aficiones de fútbol rivales se tratara, y fue Hyoga el que decidió dar la cara. Seiya y Shun se quedaron detrás sin protestar demasiado. Si era otro el que se pegaba con aquel monstruo, mejor que mejor.

Hyoga lanzó un polvo de diamante al suelo para poder deslizarse, se pegó una carrerita, saltó y resbaló hasta las piernas de Docrates. Minipunto para él. Mientras, el hermano de Casios lo miraba alelado y sin reaccionar. Que para ser tan poderoso no parecía demasiado rápido. Quizá aquella mañana no se había tomado el café y le pasó factura. Al menos al principio. 

Cuando se percató de que el caballero del cisne estaba congelando sus piernas reaccionó. "Menudo cabrón", pensó, y se agachó y dio a Hyoga una de las mayores palizas de Saint Seiya (sé que en aquel momento más de uno os alegrasteis, no me digáis que no, que ya se sabe que los listillos no caen bien). Mientras tanto, Seiya y Shun se limitaban a mirar la paliza con la boca abierta, admirando la capacidad de aguante del caballero del Cisne

Docrates estuvo un rato agachado dando puñetazos a la espalda de Hyoga. Me recuerdo apartando la mirada ante aquella salvajada y preguntándome cómo podía alguien aguantar tanto puñetazo. La realidad es que si de verdad Docrates hubiese sido tan poderoso como se decía lo habría matado en un santiamén, pero como ya he dicho este personaje fue un bluf. Un bluf total. 

Nuestro villano pegó un rato a Hyoga, éste aguantó como un campeón y al final consiguió congelar las piernas enteras del gigante. Entonces lo levantó y dijo a sus amigos que les tocaba. Y Seiya y Shun lanzaron sus poderes a un indefenso Docrates. Y se acabó.

Era el fin de Docrates, un caballero con carisma por su tamaño, por su armadura, por la voz de Pepe Sancho y por ser el hermano fuerte de Casios. Sin embargo, nos lo habían vendido como alguien invencible y al final no dio la talla. Una pena. Aun así, siempre tendrá un hueco entre mis villanos favoritos.

martes, 15 de febrero de 2022

Saint Seiya: los mejores momentos del anime

Los Caballeros del Zodíaco, o Saint Seiya, fue una de las series que marcaron mi infancia. Aquel anime tenía todos los ingredientes para volver locos a los niños de principios de los noventa: espectaculares armaduras de diferentes signos del zodíaco, ataques especiales con meteoros y rayos, mitología griega mezclada con frikismo japonés y un poco de sangre. Bueno, en realidad bastante sangre.

Y eso que el manga original de Masami Kurumada era todavía más violento, pero aun así la cantidad de líquido rojo que mostraba el anime no era poca cosa. Al fin y al cabo, eran otros tiempos. Los niños de la época veíamos películas como Robocop o Conan el Bárbaro, y jugábamos a videojuegos como Mortal Kombat. Los bigotes, incluso, tuvieron su momento de gloria en los años ochenta. Y así de torcidos hemos salido, supongo.

Mi hermano y yo grabábamos los capítulos en cinta VHS y los revisionábamos cada dos por tres. No existía Youtube, de modo que nos terminábamos sabiendo de memoria los diálogos de cada capítulo. Siempre acabábamos viendo lo mismo, pero nos lo pasábamos pipa. Lo malo de contaros todo esto es que, como habréis deducido, tengo exactamente la edad de Yoda. Lo bueno es que como vi tantas veces aquellos capítulos puedo escribir este artículo tirando de memoria y sin volver a verme nada. Así que allá voy.

¿Cuáles fueron los mejores momentos del anime Saint Seiya? Os cuento.

Seiya salva a Shiryu de un puñetazo en el corazón

Ya solo el planteamiento de Saint Seiya era una fantasmada: gente que se movía a la velocidad del sonido, caballeros de oro que alcanzaban la velocidad de la luz, la reencarnación de la diosa Atenea, un tipo que estiraba sus cadenas hasta dios sabía cuánto y otro que congelaba todo lo que tocaba. Gente rara, en definitiva. Y otras muchas cosas, claro. Pero todo esto lo aceptábamos y, de hecho, nos encantaba.

Ahora bien, si hablamos de fantasmadas no podemos olvidarnos del final del combate entre Pegaso y Dragón, pues fue sin duda uno de los momentos más memorables de Saint Seiya.

Os pongo en situación. Los caballeros de bronce habían seguido un duro entrenamiento durante años para ganarse su armadura, pero aquel entrenamiento les lució más a unos que a otros. Por ejemplo, el caballero del oso terminó con los brazos destrozados ante Seiya, y el caballero de Hydra, el tipo más inofensivo pero con más carisma de toda la serie, no tuvo su mejor día ante Hyoga. Un Hyoga que en aquellos primeros episodios parecía demasiado encantado de conocerse.

El caso es que a falta de que llegara Ikki, los Seiya, Shiryu, Hyoga y Shun estaban muy por encima de los demás caballeros en el famoso torneo que había organizado la estirada Saori. El ganador se llevaría la armadura de oro y la cosa empezaba a ponerse interesante. Porque Shiryu y Seiya eran dos de los favoritos y les tocaba enfrentarse.

A priori el combate parecía estar igualado, pero Seiya empezó haciendo el ridículo. Como siempre. Tenía la mala costumbre de comenzar los combates arrastrándose, y contra el Dragón no se salió del guion. Shiryu derribó a Seiya con facilidad en varias ocasiones, pero el caballero de Pegaso volvía a levantarse una y otra vez. Aunque la serie estaba en sus primeros capítulos, ya empezaba a vislumbrarse la capacidad de arrastrarse que tenía el protagonista. Y gracias a esa habilidad, poco a poco y base de insistir, Pegaso empezó a darle la vuelta a la contienda.

Y es que así era como se ganaban los combates en Saint Seiya: a base de ser cansino. El que más tragaba terminaba ganando, y esto fue exactamente lo que pasó entre Seiya y Shiryu. El Dragón se las prometía felices pero no contaba con que se enfrentaba a un loco.

En un momento dado, Seiya decidió que su mejor opción era destruir el escudo de su rival con la cara. Y curiosamente y contra toda conclusión lógica a la que podáis llegar, la jugada le salió bien. Los dos caballeros decidieron quitarse la armadura para que el público pudiera ver sus esculpidos cuerpos. Y tras esto, los meteoros de Seiya comenzaron a ser más y más certeros. Fue entonces cuando se produjo la tragedia.

Pegaso y Dragón se golpearon al mismo tiempo, uno en la cara y el otro en el corazón. Y el insistente e inmortal ganador, como sin duda sabréis (de lo contrario no sé qué demonios hacéis leyendo esto), fue Seiya. 

Fue una gran victoria, algo así como cuando el Liverpool le remontó un 3-0 al Milán en la final de la Champions: al principio parecía imposible, pero terminó sucediendo. Sin embargo, el caballero de Pegaso apenas pudo celebrar su sufrida victoria porque había un pequeño contratiempo: Shiryu no tenía pulso y el dragón de su espalda había empezado a desaparecer. Lo que significaba que el caballero del Dragón estaba a punto de morir.

Había que hacer algo con urgencia, y el sabelotodo Hyoga, que había visto todo el combate con los brazos cruzados y dando lecciones de mitología, sabía exactamente qué era aquello que debía hacerse. Seiya se proponía golpear a Shiryu en el corazón justo con la misma fuerza empleada en su anterior ataque. Si acertaba, le pondría el corazón en marcha otra vez. Porque aquí todo se arreglaba a hostia limpia. Pero entonces el cisne bendijo a todos con su vasta sapiencia y dio un consejo clave a Seiya.

—Espera majo— le dijo.—A esa distancia le vas a reventar el corazón. Tienes que dar tres pasos atrás y así seguro que lo revives.

Y eso fue justo lo que pasó. Seiya hizo caso a aquel tipo rubio que tanto parecía saber y se alejó exactamente tres pasos. Entonces cogió carrerilla y zasca, golpeó a Shiryu en el lugar correcto. Shun, que sujetaba el inminente cadáver, y el propio Shiryu, volaron por los aires, y cuando cayeron y se estrellaron contra una pared el tiempo pareció detenerse. Hubo un silencio, y la tensión se podía cortar con un cuchillo. El estadio enmudeció. Hasta que un latido volvió a escucharse y el público rugió de alegría y emoción.

Seiya había salvado a Shiryu y éste estaría en eterna deuda con él. 

Fue un momentazo.

Shiryu revive las armaduras de Pegaso y Dragón con su propia sangre

Shiryu se tomó demasiado a pecho lo de estar en deuda con Seiya. El caballero de Pegaso le había salvado la vida, y por eso Shiryu parecía empeñado en sacrificar su vida con tal de hacer cualquier favor a su nuevo amigo Seiya. Que quizá no fuera necesario, pero él seguía erre que erre con lo de que le debía la vida. 

De modo que el caballero del Dragón parecía obligado a hacer cualquier locura. Para compensar y eso, supongo. ¿Que no has leído la Tienda de Stephen King? Pues me inmolaré para que consigas el libro. ¿Que no has leído todavía al gran Joe Abercrombie? Espera que me tiro por el barranco y ya verás qué bien escribe este tío. Y así. Más tarde le dio por quedarse ciego cada dos por tres, pero ésa es otra historia. En general, Shiryu era muy de sacrificarse.

En esta ocasión la excusa para devolverle el favor a Seiya fueron las armaduras de Pegaso y Dragón. El combate entre estos dos caballeros había sido encarnizado, y al parecer las armaduras habían sufrido más de lo deseable. Tanto, que en realidad debían de estar muertas. Y os preguntaréis: ¿Muertas? ¿Es que las armaduras pueden estar vivas? ¿No son acaso trozos de metal? Pues según Mu de Aries, que de esto sabía un rato, sí. Las armaduras tenían vida, y las de Pegaso y Dragón estaban más fiambre que el bigotudo de "Este muerto está muy vivo".

Mu le dijo a Shiryu que había una manera de reparar las armaduras. Y éste, ansioso por sacrificarse para demostrar lo buen amigo que era, fue todo oídos. "La única manera de resucitar las armaduras es bañándolas con sangre de caballero", le dijo Mu. Y claro, esto fue música para los oídos de Shiryu.

El caballero del dragón se cortó las venas de las dos muñecas sin pensárselo demasiado, casi antes de que Mu terminara de hablar, y puso sendos chorros de sangre sobre las armaduras de Pegaso y Dragón. Y estuvo un rato. Todo debía hacerse por el valor de la amistad y Seiya le había salvado la vida. Claro, claro. Todo ese rollo, ya sabéis. El caso es que al final Shiryu se puso más pálido que el conde Drácula y se desmayó. ¿Sobreviviría? ¡Por supuesto que sí! Estos tíos eran inmortales.

Recuerdo a mi yo de diez años preguntándose cómo podía alguien llegar a hacer semejante barbaridad. En cualquier caso, si alguien todavía está leyendo este artículo y le entran ganas de cortarse las venas para resucitar las armaduras de sus amigos, recordad: ¡No hagáis esto en vuestras casas!

Ikki consigue la armadura del Fénix

"¡Esmeralda! ¡No! ¡Tú no!"

Aún resuena en mi cabeza el grito agónico de Ikki. Lo recuerdo moviendo brazos y piernas de manera extrañísima y con una voz que era una mezcla entre Julen Guerrero y Oliver Atom. Aquello era una tragedia e Ikki estaba sufriendo lo indecible. ¿No os acordáis? Os refresco la memoria.

Hay que remontarse unos años atrás para entender lo que sucedió. Todo comenzó con un calvo abyecto, Tatsumi, el tipo que limpiaba el suelo por donde pasaba Saori. Tatsumi hizo un sorteo para decidir dónde iba a entrenar cada uno de los chavales huérfanos que se convertirían en caballero años después. Se le veía la sonrisilla antes de sacar las papeletas. "La que voy a liar", debió de pensar. "Jijiji". Y comenzó a repartir suerte como si de un sorteo de Champions se tratara.

"Shiryu, a los picos de China", dijo. "Hyoga, a Siberia", sentenció. "Seiya, a Grecia, donde nacieron los caballeros", dijo. Y todos asentían y la cosa marchaba sin mayores problemas. Hasta que llegó el momento que Tatsumi estaba esperando. "Shun". Hubo un tenso silencio. Y levantó la voz: ¡LA ISLA DE LA REINA DE LA MUERTE! Y repitió, el cabrón, regodeándose: ¡LA ISLA DE LA MUERTE!

Una vez más, el drama estaba servido. Por si había dudas de la putada que aquello suponía, Tatsumi nos lo aclaró: "Eres el único que no tiene posibilidades de sobrevivir", le dijo a Shun. Y es que Tatsumi era un motivador nato. Pero entonces del fondo de la sala emergió una voz salvadora: "Necesito unas vacaciones, iré yo en su lugar".

Todos se giraron para ver quién había dicho aquello. Ikki en versión niño caminaba como un pavo, pecho inflado y cabeza alta, en dirección a Tatsumi. El futuro caballero del Fénix y el calvo tuvieron sus más y sus menos. Tatsumi no estaba de acuerdo con la propuesta de Ikki, ya que al parecer quería ver muerto a Shun a toda costa. La discusión subió de tono, y cuando la mejilla de Ikki estaba roja como un tomate gracias a un tortazo de Tatsumi, el abuelo de Saori llegó para poner orden: ¡Ya basta! Y se detuvieron. Entonces el viejo ricachón sentenció: "El destino ha querido que vayas a la Isla de la Muerte", le dijo a Ikki. Y así quedaron las cosas.

Tatsumi dio una paliza a Ikki por dejarle en ridículo delante del abuelo, pero lo que vino después fue mucho peor. Supongo que el nombre de la Isla de la Muerte os hace pensar en un lugar idílico, soleado, con un mar de color azul turquesa, la suave brisa acariciando vuestro rostro y turistas tomando el sol y bebiendo cerveza. El paraíso en la tierra. Pero no, la Isla de la Muerte no era exactamente así.

Para sorpresa de todos, la Isla de la Muerte era un lugar terrorífico. Estaba llena de volcanes en constante erupción y las temperaturas eran altitas. Y aun así, el lugar era lo de menos, porque lo que de verdad daba miedo era el maestro de Ikki.

Hay que ver la de lecciones de vida que nos dio este tío. "¡Odia! ¡Odia! ¡El odio te dará la fuerza!". Se lo decía a Ikki todo el tiempo, pero el chaval no aprendía. 

La verdad es que siempre me pregunté cómo fue capaz Ikki de aprender técnicas como  "El espectro del diablo" o el "Fénix volador" con un maestro como aquel. Que tenía sus cualidades, no os digo que no, como mucha mala hostia y las ideas claras. Pero se le notaba alguna carencia en cuanto a habilidades docentes, pues no parecía la persona más paciente del mundo. Sin embargo, Ikki era un tipo tan sorprendente que no solo aprendió técnicas molonas, sino que además consiguió la armadura del Fénix.

Y eso que le tocó bailar con la más fea. Su maestro le daba palizas todos los días, y hasta que no lo derrotara no conseguiría la armadura. Así que un día Ikki se dijo que ya bastaba, que había llegado su día, y que tenía que hacerse con la armadura como fuera. Se lo debía a Shun, aquel hermano de pelo verde por cuya culpa estaba él ahora tan jodido. 

Al ver la actitud de Ikki, su maestro debió de sonreír tras su inquietante máscara y empezó el combate golpeando a su discípulo sin piedad. Hasta que Ikki reaccionó y a punto estuvo de vencer. Pero cuando iba a dar el golpe de gracia, incomprensiblemente, se detuvo. "¿Por qué te detienes?", preguntó el maestro.

Y entonces un chorro de sangre apareció en pantalla. Y se oyó un grito.

El maestro de Ikki acababa de matar a su propia hija, Esmeralda, la chica que curaba las heridas de Ikki todos los días. Y una vez más sucedía una tragedia en Caballeros del Zodíaco. "¡Esmeralda! ¡No! ¡Tú no!", gritó Ikki con voz agónica.

Fue todo lo que necesitaba nuestro protagonista. Un aura lo rodeó, y tras él emergió un Fénix de Fuego. El odio invadió por fin a Ikki, que atacó a su maestro con todo. Golpeó y golpeó sin detenerse, y terminó atravesando con su puño el corazón de su maestro. El caballero del Fénix consiguió así su ansiada armadura y aprendió una sabia lección: ¡El odio te dará la fuerza!

Resulta que su maestro tenía razón.

Dohko se transforma: el momento más impactante de Saint Seiya

Vi la saga de Hades hace años, y aunque no recuerdo demasiado, sí me dejó dos ideas en la cabeza: 1) es una saga que volvería a ver y que recomiendo a todo friki que se precie, y 2) tiene el mejor momento que haya visto en un anime de Saint Seiya. Y no es que sea una escena especialmente sangrienta ni nada por el estilo. A veces los mejores momentos de la ficción se producen con simples diálogos y alguna cosita que pasa.

Si estáis leyendo esto, seguro que os acordáis de Dohko, el maestro de Shiryu. Era un enano de piel morada, una especie de Yoda en versión china. No era demasiado atractivo, y estaba siempre sentado frente a su amada cascada. De hecho, no se movió de allí ni si quiera para celebrar que Ismael había ganado la primera edición de Gran Hermano, cosa que sí hicimos el resto de los mortales.

Solían decir que Dohko era uno de los caballeros de oro más poderosos, pero nunca me lo terminé de creer. Primero porque parecía estar un poco mayor, y segundo porque mi yo de diez años no alcanzaba a imaginar cómo podía ponerse la armadura de Libra con ese cuerpo mínimo que tenía. Siempre me había resultado incomprensible. Y pasaron los años, y me hice mayor. Y aquella duda continuó instalada en el fondo de mi cabecita.

Hasta que vi la saga de Hades y llegó el capítulo de Dokho. Y me quedé un rato mirando a la pantalla con la boca abierta, porque mi vida acababa de cambiar para siempre

¡Todo tenía sentido!

Shion de Aries era el maestro de Mu, el caballero de oro de Aries. En la saga de Hades se iba a enfrentar a Dohko, que había aparecido para salvar a su discípulo, pero por motivos evidentes la contienda no estaba igualada. Shion conservaba su aspecto joven y parecía estar en forma, mientras que Dohko estaba como siempre. O sea: enano, viejo y feo. En ese momento, estando uno frente al otro, un servidor hubiera apostado todos sus euros a favor de Shion. Pero había llegado la hora de que Dohko nos revelara su gran secreto.

De repente, el cuerpo del maestro de Shiryu comenzó a agrietarse, y una luz blanca y deslumbrante emergió de su cuerpo y lo llenó todo. Shion no entendía qué pasaba, pero no tardó en comprobar que el viejo que tenía frente a él había desaparecido. En su lugar estaba el joven Dohko, su antiguo compañero el caballero de oro de Libra.

"¿Qué ha ocurrido con su cuerpo, maestro?", preguntó Shiryu. Y Dohko no los explicó. Hace 243 años había terminado la anterior guerra contra Hades, en la que solo habían sobrevivido Shion y Dohko. Al terminar la guerra, Atenea había entregado al caballero de Libra un don que hacía que su corazón latiera solo 100.000 veces al año. Es decir, que el corazón de Dohko latía en un año lo que debería haber latido en un solo día. ¿Resultado? Que para el cuerpo de Dohko habían pasado 243 días en vez de 243 años. 

Durante todos esos años Dohko había estado vigilando la torre que encarceló los 108 espectros del ejércitos de Hades. Gracias a ese don que Atenea le había entregado, el maestro de Shiryu estaba preparado para la siguiente guerra, pues seguía siendo el joven caballero de Libra.

¡Boooommm! Increíble. Inaudito. Sublime.

El mejor momento de Sain Seiya.

viernes, 11 de febrero de 2022

El diablo sobre ruedas (Spielberg): un bigote en apuros

Mi idea cuando empecé este blog era escribir sobre libros y series, pero poco a poco voy ampliando horizontes como cuando Colón decidió darse un garbeo por las Américas. El diablo sobre ruedas es la primera película de Spielberg (1971) y la vi siendo pequeño, pero el otro día me dio por echar un vistazo a alguna de sus escenas en Youtube. Me acaricié el bigote con lo que encontré, pues resulta que estaba entera (en español de españa o en latino, podéis elegir) y me la tragué de cabo a rabo. Y ya os digo, no tenía intención de escribir sobre ella, pero me pareció tan genial que aquí me tenéis dándoos la turra una vez más. Porque la primera película del gran Steven Spielberg bien merece una entradita. ¿O no?

El diablo sobre ruedas, o Duel, se emitió en 1971 en televisión. Fue grabada para la pequeña pantalla y al parecer, debido a su éxito, sí fue llevada al cine posteriormente. El guion es de Richard Matheson y el protagonista es un genial Dennis Weaver, otro bigote para la historia. A pesar de que a Spielberg todavía no le salía el dinero por las orejas, a la vista está que sí le salía el talento por todas partes, y El diablo sobre ruedas sigue siendo una película la mar de disfrutable hoy día.

El diablo sobre ruedas: David contra Goliath

Y eso que la historia no tiene nada, ni falta que hace. David conduce escuchando la radio y pensando en sus problemas conyugales hasta que se encuentra un camión cisterna delante. Cuando trata de adelantarlo comienzan los problemas porque el camionero no se deja adelantar. ¿Qué mosca le ha picado? Nadie lo sabe, pero parece que se ha enfadado un poquito. Las cosas terminarán llegando más lejos de lo que podríamos imaginar.

Spielberg es un genio porque consigue transmitir tensión simplemente mostrándonos las largas de un camión. Qué digo, incluso da cosita cuando lo vemos aparecer allá a lo lejos tras un túnel. Y eso que no hace nada, el pobre. Está allí, quieto y pacífico, como si estuviera cogiendo postura para la siesta. Grrrr... (lo siento, últimamente paso demasiado tiempo con el gato) ¡Por favor, que no es más que un condenado camión en la distancia! ¿Entonces por qué acojona? Será porque ya sabemos cómo se las gasta el tipo, capaz de cualquier cosa con tal de acabar con el bueno de David.

David, un personaje inofensivo

Hablando del bueno de David, no sé si será tan bueno o no, pero lo que sí se empeña la película en dejarnos claro es que es un pobre hombre. Se detiene en una gasolinera y le preguntan si quiere reparar una pieza. Responde que no, a lo que le contestan: "como quiera, usted es el amo". Entonces él masculla un "en mi casa no", lo que nos hace imaginar a su mujer como a Schwarzenegger en Conan el Bárbaro. Enseguida vemos que no hay para tanto, pues nuestro bigotudo hace una llamadita a su esposa para disculparse por lo que sucedió anoche: "Crees que debería haberle golpeado, ¿verdad?", le dice. Ella resta importancia al asunto y le dice que es mejor olvidarlo, pero para entonces en nuestra cabeza ya se ha formado una idea clara del tal David.

Es un alfeñique, un m****a, y se va a enfrentar a un camionero loco. Genial.

Y hablando del camionero, no lo vemos en toda la película, lo cual transmite todavía más suspense. Nos gustaría conocerlo, saber cómo es la cara de alguien tan ca... Ejem, tan indeseable. Pero no hay manera. Durante los noventa minutos que dura la película solo alcanzamos a ver su manita izquierda, que tampoco parece gran cosa.

La película tiene una escena magnífica que exprime este suspense al máximo, cuando David se detiene en un área de servicio en la que también ha parado su camión favorito. Hay varios tipos tomando algo en la barra y él está en una mesa comiendo un sándwich bien tierno (e insiste en lo de tierno, que quede claro que nuestro bigotes es un blandengue) y metiéndose una pastilla para la jaqueca. Total, que David empieza a darle vueltas al asunto con una voz en off que nos recuerda mucho a las películas de Hitchcock: ¿Y si me voy ahora?, se pregunta. No, él me perseguiría. ¿Será este? ¿Será aquel? Y la cámara va desfilando de un cliente a otro mientras nosotros nos preguntamos cuál de ellos tiene más cara de camionero loco. Al final David la termina liando y, lejos de solucionar sus problemas, añade un buen puñado de golpes a su ya maltrecho cuerpo. Merecido se lo tiene, eso sí.

Un camión que da muy mal rollo

Hay que reconocer que David tiene motivos para estar paranoico, pues el camionero loco se las gasta que no veas. Os pongo un ejemplo. Dennis Weaver lleva un rato tratando de adelantarlo pero su archienemigo no está por la labor de permitírselo. En un cambio de actitud curioso, de repente accede, e indica a su perseguidor que puede adelantarlo. "Pase, pase", le señala amablemente con una manita inocente que asoma por la ventanilla. "¡Ya era hora!", dice David aliviado. Por fin, todo parece arreglado y nuestro protagonista se dispone a adelantar.

Error.

Si nosotros nos llevamos un susto de muerte, imagino que a David casi se le sale el corazón por la boca. Y es que era el peor momento para adelantar y el camionero lo sabía. Vaya si lo sabía. Dos coches avanzan a toda pastilla hacia el coche de David, quien por suerte para él y para la película está rápido de reflejos y da un volantazo que le salva la vida. Por si había alguna duda, esta escena nos aclara que el camionero es un psicópata de cuidado.

Pero hay más.

David espera en su coche a que el tren termine de cruzar, pero entonces aparece su amigo el del camión para empujarlo por detrás y demostrar lo bien que funcionan los frenos del coche. El tren tarda un rato en pasar, lo que nos hace contener la respiración porque el camión no para de empujar. David salva el pellejo gracias a unos frenos a prueba de camiones cisterna, pero pierde años de vida por el susto que se acaba de llevar.

Pero todavía hay más.

David está hasta las narices (quién lo diría) y resuelve que quizá debería hacer algo con ese camión que le está haciendo la vida imposible. De modo que se acerca a una cabina de teléfono y llama a la policía. Le contestan, todo marcha con normalidad, y está dando sus datos a la autoridad cuando el camión que se las sabe todas aparece como una exhalación, llevándose por delante la cabina y todo lo que había alrededor (jaulas con reptiles, no me preguntéis por qué). David vuelve a demostrar que está en forma y salta de la cabina en el último momento. Se vuelve a salvar, pero el camión sigue estando allí y se ha salido con la suya una vez más.

Dennis Weaver está magnífico

Y así es como el personaje de Dennis Weaver, que ya parece haber tenido suficiente, es capaz de coger el toro por los cuernos y enfrentarse al camión. Susto tras susto, parece que ha ido aprendiendo que a veces no queda más remedio que echarle valentía al asunto. El desenlace de la película no tiene nada del otro mundo, no esperéis un giro sorprendente porque no lo vais a encontrar. Pero, ¿qué más da?

Lo bueno que tiene El diablo sobre ruedas es todo lo que transmite en su tremenda sencillez. Una historia con un coche y un camión, carretera y más carretera, llanuras, polvo y sol. Un villano loco al que somos incapaces de ponerle cara y un protagonista con menos carácter que Sansa la primera temporada de Juego de Tronos. Y no hace falta mucho más porque esta primera película de Steven Spielberg tiene suspense y tensión para regalar. Y ya está.

Si aún no habéis visto El diablo sobre ruedas, deberíais. Horita y media muy disfrutable.

Cinco bigotazos para ella.




miércoles, 9 de febrero de 2022

Las mejores novelas de fantasía épica

Tengo un amigo que no lee una novela ni aunque le amenacen con un cuchillo. Aun así, a veces le hablo de libros para intentar darle envidia (y para tocar los c..., claro), pero él suele arrugar el gesto y responderme con un:  ¿Hay peli? ¿Entonces, para qué leer el libro? Y como me tiene hasta las narices, mi respuesta se suele limitar a un escueto "no es lo mismo", mientras niego con la cabeza y me acaricio mi tupido bigote con toda la elegancia de la que soy capaz.

"En fin", suelo decir suspirando y encogiéndome de hombros.

Pero últimamente ha debido de pasarle algo raro porque le ha picado el gusanillo, y el otro día me preguntó qué novelas debería leer. ¿Qué género te gusta?, le pregunté dando vueltas a la cucharilla de mi café. Fantasía, me dijo sin titubear. E inmediatamente acudieron a mi mente una serie de títulos. Y es curioso, porque pensé que iba a tener más dudas, pero lo cierto es que no tuve que pensarlo demasiado. 

A mi amigo le gustan las batallas, la acción, los personajes con carisma, las aventuras, las sorpresas, los mundos fantásticos. O sea, le gusta lo que a todos: que le cuenten una historia fascinante. Pues bien, hoy os hablo de las cinco mejores novelas de fantasía que he leído. Seguro que os gustarán.

5 - El Nombre del Viento (Patrick Rothfuss): la joya del escritor que no escribe

Patrick Rothfuss ha tenido éxito a pesar de ser un escritor que no escribe. En serio. Su novela de más éxito se publicó en 2007 y es la primera parte de una trilogía. Lo que significa, como habréis podido adivinar, que es la primera parte de un total de tres libros. Y repito: El nombre del viento se publicó en 2007. O sea, que si mis esmerados cálculos no fallan han pasado ya... 

¡Quince años!

Además de entrar en depresión por darme cuenta de lo viejo que me estoy haciendo, me pregunto cómo demonios consigue un escritor no terminar una trilogía en quince años. Y seguir teniendo tanto éxito. Bueno, pues lo puede lograr porque El nombre del Viento es una genialidad.

Recuerdo perfectamente cuando lo leí. Era un joven deportista, ágil, campechano, con más pelo en la cabeza y sin un pelo en el bigote. Mis padres habían viajado a Madrid unos días y cuando volvieron me trajeron un regalito. Menudo detallazo, porque ese regalito fue nada más y nada menos que El nombre del viento. Les habían dicho que me gustaría. Y acertaron.

Me fascinó la manera de narrar de Rothfuss, su prosa, lo cuidado que estaba todo. Pero sobre todo, que se centraba en un personaje con un pasado, en su dolor, en sus problemas. Aquello era fantasía de la buena, pero por encima de todo había un personaje que te contaba su vida en primera persona. Un tabernero que, al parecer, había sido un gran héroe. Kvothe contaría su historia en tres días, y por eso Rothfuss prometió que sería capaz de escribir tres libros. Seguimos esperando, pero se rumorea que el tercero saldrá este mismo año. Veremos.

4 - Tormenta de Espadas (George R. R. Martin): el mejor de Canción de Hielo y Fuego

Mi amigo se va a leer toda la saga Canción de Hielo y Fuego pero él todavía no lo sabe. Para eso necesita leer este libro, Tormenta de Espadas, que es el mejor de todos. Y ojito, porque al ritmo que va Martin lo mismo a mi amigo le sucede como a todos: que se lee todo lo publicado de la saga y queda a la espera de que las musas del barbudo hagan acto de presencia.

Soy de los que leyeron Canción de Hielo y Fuego antes de que la serie de HBO triunfara. Por aquel entonces yo no había leído tanta fantasía, El Señor de los Anillos y poco más. Y la verdad es que flipé con esta saga.

Cada capítulo era desde el punto de vista de un personaje, los malos no eran tan malos y los buenos tampoco eran seres de luz. Canción de Hielo y Fuego se alejaba del blanco o negro de El Señor de los Anillos y daba aire fresco a la fantasía. En realidad, la obra de Martin era un culebrón fantástico lleno de personajes y tramas sin terminar, pero aquello enganchaba tanto que el final de las tramas no parecían importar tanto. La saga te atrapaba gracias a sus personajes y a que cualquiera podía morir. Y si no, que se lo pregunten al bueno de Ned Stark.

Tormenta de espadas es el libro que más me ha gustado porque contiene algunas de las escenas más memorables de todo Canción de Hielo y Fuego. Martin es lento escribiendo pero hay que reconocer que es muy bueno. Hay que leerle.

3 - El Último Argumento de los Reyes (Joe Abercrombie): la tercera parte de la trilogía La Primera Ley

Joe Abercrombie es uno de mis escritores favoritos. Ya os conté en otro artículo por qué hay que leer al autor de Lancaster: básicamente, porque es un genio. Crea personajes como nadie, su fantasía es oscura y pesimista pero con un toque de humor cínico, y en cada página encontramos frases lapidarias que valdría la pena subrayar. Da gusto perderse en su mundo, sobre todo porque empatizamos con torturadores, bárbaros asesinos y demás calaña. Son gentuza que mola.

El Último Argumento de los Reyes no es el mejor libro de Joe Abercrombie, pero sí tiene la mejor pelea que he leído jamás. Y esto es mucho decir. Digamos que la trilogía nos va preparando para ese enfrentamiento, para ese momento épico sin precedentes. La expectación es máxima. Dos guerreros sin parangón, dos leyendas que no tienen rival, se enfrentan por fin. El duelo os dejará sin aliento y podréis leeros cincuenta páginas sin pestañear. Yo casi me paso de parada de tren.

Mi amigo tampoco sabe que se va a leer esta trilogía, pero lo va a hacer, porque cuando lea el primero seguro que le pica el gusanillo y sigue. La trilogía de La primera ley merece la pena para conocer la fantasía oscura de Joe Abercrombie y sus personajes más importantes: Logen, Glokta, Jezal, Bayaz... Una maravilla.


2 - El Imperio Final (Brandon Sanderson): magia con manual de instrucciones

Brandon Sanderson es lo opuesto a Patrick Rothfuss. No porque escriba un género diferente, sino simplemente porque escribe. Escribe mucho. El escritor estadounidense produce sin parar y sus novelas de El Archivo de las Tormentas suelen tener unas 1400 páginas cada una. Casi nada. Y tengo que deciros que estamos de enhorabuena, porque además de escribir mucho lo hace muy bien. Me costó dar una oportunidad a Brandon Sanderson, pero hace poco os contaba que leí la trilogía Nacidos de la Bruma y fue un descubrimiento. 

El Imperio Final es el primero de esta trilogía, y la verdad es que incluso podría ser un tomo único. Tenemos un mundo en el que un Lord Legislador ha gobernado con mano de hierro durante mil años. Los skaa son la clase más baja y han sido oprimidos durante todo ese tiempo por esta especie de dios tirano. En ese mundo en el que cae ceniza y la bruma sale por las noches existe la alomancia, una magia que consiste en beberse un metal y tener poderes como más fuerza, capacidad para empujar metales, aplacar emociones... Tenemos todo un catálogo de poderes, y las reglas de esta magia tan desarrollada las encontraréis al final del libro, por si tenéis dudas. Y es que Sanderson no suele dejar cabos sueltos. Su magia tiene unas normas tan definidas que termina pareciendo una ciencia. Y esto es admirable.

Pero además de su mundo y su magia, Sanderson nos ofrece una trama que engancha desde el principio. Quizá no sea la historia más original del mundo, pero tal y como nos la narra el escritor estadounidense, y con los personajes que desarrolla, la bebemos. Kelsier, el superviviente, quiere derrocar al Lord Legislador y liberar por fin a los skaa. Para lograrlo ha formado una especie de banda de ladrones alománticos y ha descubierto a Vin, una joven nacida de la bruma que promete maneras (o sea, que puede quemar cualquier metal). La banda de Kelsier se dedica a dar golpes en las casas de aristócratas importantes. La idea es conseguir que se terminen enfrentando entre ellos y tener una oportunidad para acabar con el Lord Legislador.

Pocos libros me han enganchado como El Imperio Final.

1 - Los Héroes (Joe Abercrombie): una batalla de tres días durante casi novecientas páginas

Este libro es una genialidad. Es verdad que de fantasía tiene poco, pero es de lo más épico que podéis leer. No encontraréis magia en él (bueno, ahora que lo recuerdo sí, pero muy muy muy poquita), pero sí leeréis mamporros sin parar. Y sangre, y muerte, y miembros cortados. Y veréis, con toda la maestría que maneja Abercrombie, que la vida pende de un hilo todo el tiempo. Que no hay nada de épico en matar a alguien, que la guerra da miedo y que es lo más inútil que puede hacer el ser humano.


Descubriréis todo esto a través de una batalla de tres días. Los Héroes nos pone en la piel de varios personajes interesantísimos: un norteño veterano de guerra cansado de luchar, un joven que busca la gloria en el campo de batalla para ser una leyenda como su padre, un guerrero que lucha como nadie pero que odia vivir, una mujer ambiciosa y manipuladora, capaz de todo por llegar a lo más alto. El libro solo nos narra tres días de guerra, pero cuando lo terminéis tendréis la sensación de haber estado en una batalla mucho más larga.

Los héroes es genial por muchas cosas: su humor sarcástico, sus frases lapidarias, sus personajes. Las batallas enganchan y os darán la continua sensación de que el personaje al que estáis siguiendo puede morir en cualquier instante. Y el final está muy bien. Quizá os sorprenda, pero cuando suceda os daréis cuenta de que todo encaja.

Los Héroes es la desmitificación de la guerra.

lunes, 7 de febrero de 2022

The Legend of Vox Machina: capítulos 4 a 6

Los dos primeros capítulos de The Legend of Vox Machina sirvieron de carta de presentación de la serie de Critical Role. Un grupo de viajeros de lo más variopinto, dungeons and dragons puro y duro, escenas de lucha y acción, magia, sangre, miembros cortados, mucho humor y comentarios jocosos. O sea, música para vuestros exigentes oídos, queridos amigos. No hay duda de que The Legend of Vox Machina es una serie de animación para adultos, y a partir del tercer episodio vamos entrando en harina.

El mejor de los tres siguientes capítulos es sin duda el sexto. ¡Tremendo! El cuarto y el quinto son buenos, entretenidos, con Vox Machina enfrentándose a las piedras que los Frondespino les ponen por el camino. Pero el sexto me ha dejado un sabor de boca buenísimo. ¡Lo he disfrutado como un enano! Lástima que haya que esperar otra semanita para ver cómo sigue el asunto. Aguardaré con ansia.

Cuidadito a partir de aquí, os aviso que si seguís leyendo y no habéis visto los capítulos os vais a comer un spoiler tras otro. Que si os da igual, a mí me parece fetén. Como digo, The Legend of Vox Machina me está gustando mucho, y del cuarto al sexto capítulo pasan cosas muy gordas. ¿Cómo de gordas? Os cuento.

Los Frondespino contra The Legend of Vox Machina

Percival es un pistolero con gafas que ha mantenido oculto su traumático pasado al resto de miembros de la banda. Pero ese pasado va a buscarlo un día, y se lía parda. Delilah y Sylas son los Frondespino (creo, o Briarwood), asesinaron a toda la familia de Percival y tienen el alma más negra que el café que me hago por las mañanas. Son malos y poderosos, y lo demuestran sembrando el caos en una cena protocolaria que Vox Machina estaba teniendo con el rey y su séquito por haber acabado con aquel poderoso dragón. Que aunque ya nadie se acuerde de él, a mí me parece que fundirse a un dragón del tamaño y la mala leche que tenía éste no lo hace cualquiera. Pero bueno, el caso es que estos dos villanos han irrumpido para sembrar el caos y la destrucción, y Sylas es tan ruin que incluso muerde como un vampiro. ¿Se puede caer más bajo?

Afortunadamente para Vox Machina, y a pesar de haber sufrido unas cuantas heridas en la refriega (como dos abyectos agujeros en el cuello), todos han sobrevivido. Que teniendo en cuenta cómo se las gastan los Frondespino no es moco de pavo. Lo malo para nuestros protagonistas es que su comportamiento no ha hecho demasiados amigos, y los castigan confinados en su fortaleza. ¿Y entonces llega el aburrimiento? ¿Se ponen a ver series y a dar saltos en dos metros cuadrados como hicimos nosotros durante el confinamiento de 2020? Pues no, ellos no sufren tanto. Porque resulta que Vox Machina tiene un libro que los Frondespino ansían, lo que hace que los dos villanos esbocen una sonrisa malévola aunque hayan cometido un error. Han perdido el libro, pero ellos tienen recursos y lo van a volver a demostrar.

Y lo demuestran. Los Vox Machina están separados en cuartos diferentes por haber intentado huir, y justo entonces unas oscuras y terroríficas criaturas atacan la fortaleza. Da gusto verlas en acción: se acercan a los guardias, los poseen y les provocan una sangre negra que da bastante mal rollo. Los monstruos dejan cadáveres allá por donde van, todo son gritos estridentes y muertos a su paso. Entonces se encuentran con Percival y compañía y se lían a mamporros. 

Como digo, la acción no tiene desperdicio, con una animación que provoca una mezcla de asco y angustia. Eso de que posean a alguien nunca lo he llevado demasiado bien, a pesar de haberme visto la primera temporada de The Exorcist (qué bien traído). Pero Vox Machina demuestra que lo de cargarse a aquel dragón gigante no fue casualidad, y al final consiguen deshacerse de las hostiles criaturas.

Eso sí, parece haber quedado claro que los Frondespino son un problema que hay que erradicar cuanto antes, y por eso Percival decide marcharse a Piedra Blanca. El resto de miembros del grupo lo acompaña, salvo Pike, la clérigo gnomo que tiene sus propios problemas.

Y allá que van. Se agencian un carro que Percival conduce con diligencia y los hermanos semielfos compran agua bendita para enfrentarse a los Frondespino. Que al parecer son una especie de vampiros / nigromantes chungos. Calaña de la mala, eso está claro. 

Lady Frondespino les vuelve a tender una emboscada (recordad que quería recuperar el libro a toda costa) y una especie de perros salidos del inframundo, oscuros y sedientos de sangre, atacan a Vox Machina. Y oiga, la jugada sale bien a los Frondespino, pues consiguen recuperar el libro sin mayores esfuerzos. La persecución y los combates vuelven a ser de lo más entretenidos. ¿Soy yo, o la música a veces se parece a la de Indiana Jones? En fin, no me hagáis mucho caso.

Sexto capítulo de The Legend of Vox Machina: el mejor de los tres

Lo mejor llega con el sexto capítulo. Nuestros amigos llegan a Piedrablanca, ciudad que Percival recordaba como un vergel luminoso y lleno de vida y naturaleza. Pero ya se sabe que las cosas suelen cambiar con el tiempo: por ejemplo, en la tele ya no echan Sálvame, ni Saber y ganar, ni... Ups. Bueno, admito que hay cosas que nunca cambian. Pero Piedrablanca sí ha cambiado. Tanto, que ahora es un lugar oscuro y siniestro, sus habitantes viven con miedo encerrados en casa y toda disidencia es eliminada. La típica democracia. Unos gigantes azules patrullan la ciudad y reparten sopapos cuando consideran que hace falta. Pensándolo bien, yo también me quedaría en mi casa.

El caso es que los Frondespino gobiernan Piedrablanca con mano de hierro, y el ambiente que se vive en la ciudad no es demasiado festivo. Olvidaos de bailes callejeros, verbenas, conciertos y carnavales, que sé que los estabais esperando. Las sonrisas y la felicidad brillan por su ausencia, pero aun así en Piedrablanca existe una resistencia que quiere cambiar las cosas (que digo yo que qué manía tienen algunos de querer cambiar las cosas cuando todo marcha tan bien, ¿eh?). Y casualidades de la vida, el líder de la resistencia es Archivald, un viejo amigo de nuestro Percival. Pero resulta que los Frondespino lo acaban de capturar.

Y es ahí donde tenemos el lío. ¿Quién mejor que Vox Machina para rescatar al líder de la resistencia? Con él quizá sean capaces de enfrentarse con éxito a los abyectos y poderosos Frondespino. Por eso Percival y compañía cogen el toro por los cuernos y se dirigen a la fortaleza. Y todo parecía ir bien hasta que se encuentran con los rebeldes, que se han pasado a echar una mano y también están dentro de la prisión. Con tanta gente dentro, los guardias oyen algo y ya la tenemos montada: a liarse a mamporros.

Y toda esta parte del capítulo es un disfrute continuo, con una gran animación y, sobre todo, con un diseño de personajes que es una delicia. The Legend of Vox Machina vuelve a demostrar que no se corta un pelo en lo que a violencia se refiere. Me ha impactado una escena en concreto, con un mazo gigante haciendo un trabajo impecable al golpear en una cabeza. Las consecuencias os las podéis imaginar. También me ha encantado ver a Percival convirtiéndose en un tipo muy peligroso, con cara de loco y sediento de venganza. ¿Le traerá problemas perder los estribos de esa manera? Veremos.

El final del capítulo tiene un girito que nos deja con ganas de más. Digamos que la motivación de Percival era la venganza (cosa que me sirve desde el minuto uno) pero ahora tiene alguna más. El sexto episodio de The Legend of Vox Machina es un capitulazo, y aun así da la sensación de que lo mejor todavía está por llegar. 

viernes, 4 de febrero de 2022

La Tienda: Stephen King en estado puro

Recuerdo a Stephen King decir que lo importante de una novela es su desarrollo más que el final. Que lo que cuenta, lo relevante, es lo que te hace sentir durante el viaje. No sé si sus palabras fueron exactamente esas, pero sí fue esa una de las ideas que transmitió en una charla que dio junto a su buen amigo George R. R. Martin. Que por cierto, si os interesa (y os la recomiendo) está en Youtube. Bueno, pues el caso es que esto que dijo Stephen King fue lo primero que me vino a la cabeza cuando terminé de leer La Tienda. Y ojo, que estoy bastante de acuerdo con King. Pero La Tienda, que es un gran libro con un gran desarrollo y cuya lectura he disfrutado como un enano... Bueno, digamos que tiene un final que no está a la altura del resto de la obra.

Con todo, es una novela que merece la pena, pues el de Maine vuelve a demostrar que es un genio. El libro tiene nada menos que 950 páginas y aun así el interés no decae en ningún momento. ¿Hay terror? Bueno, no mucho. Pero sobre todo, La Tienda provoca sensaciones incómodas a través de unos personajes que se desarrollan con maestría. Os cuento.

La Tienda: un argumento que engancha desde el principio


La Tienda (1991) tiene un argumento que llama la atención desde el principio. El señor Leland Gaunt ha decido abrir una nueva tienda en el pueblo ficticio de Castle Rock. Por si os suena, es el mismo pueblo en el que Cujo, aquel perrillo entrañable, se pilló un cabreo de los gordos. El caso es que la nueva tienda del pueblo se llama Cosas Necesarias (el nombre no podía ser más puñetero) y Leland Gaunt no es el típico vendedor al uso. Digamos que su manera de proceder es... Peculiar. Es capaz de engatusar a cualquiera que se detenga un segundo a ver el escaparate, pues siempre tiene algún producto que fascina al comprador. En realidad, ese producto puede ser la mayor chorrada del mundo, pero Leland Gaunt conoce el punto débil de cada cliente: un cromo de béisbol, unas gafas de sol de Elvis, una caña de pescar, la cola de un zorro (sí, habéis leído bien). Como veis, son todas ellas cosas imprescindibles en la vida de cualquier ser humano, y por eso los habitantes de Castle Rock están dispuestos a hacer cualquier locura con tal de obtenerlas.


Y es que Gaunt no vende sus priductos por un precio y ya está. Lo que hace es venderlos baratísimos y a cambio el comprador tendrá que gastar a un vecino la broma que le indique el vendedor. Y como os podéis imaginar, la palabra broma se queda bastante corta para entender de qué va el asunto, porque lo que terminan viviendo los habitantes de Castle Rock son auténticas putadas. Parece original, ¿verdad? Pues sí, el argumento está muy bien, pero los personajes son todavía mejores. Empezando por Leland Gaunt.

Leland Gaunt: el vendedor encantador y siniestro


Qué maravilla de personaje es Leland Gaunt. El villano de la novela seguramente sea uno de los mejores personajes creados por Stephen King. Es una delicia cómo lo describe el de Maine, al principio tan encantador, tan atento y generoso. Pero después, a medida que avanzan las páginas, vamos viendo que no es oro todo lo que reluce. Que el tal Gaunt esconde algo y que es un tipo siniestro. Lo mismo luce una sonrisa tierna y encantadora que una mirada aterradora y cruel. Sabe cómo tratar a cada persona, con mano dura o con dulzura según haga falta.

King nos va dando pistas evidentes de que el nuevo emprendedor de Castle Rock no es una persona normal y corriente. Por ejemplo, cada persona que visita a Gaunt le ve los ojos de un color diferente: azules, negros, verdes... Es genial cómo solo con este detalle Stephen King nos hace ver que estamos ante un ser sobrenatural. Pero además está la sensación que transmite Leland Gaunt cuando toca a las personas. Él puede parecer todo lo encantador que quiera pero la realidad está ahí. Por eso cuando toca a sus clientes éstos sienten asco y náuseas a niveles desconocidos hasta ese momento. A partir de ahí los compradores evitan con todas sus fuerzas tocar al señor Gaunt. Normal.

El resto de personajes también están trabajados. El protagonista es el comisario Alan, un buen tipo aficionado a la magia que tiene sus propios traumas y que ahora está liado con Polly Chalmers, una mujer que también ha vivido lo suyo. Todos los personajes tienen su pasado oscuro o traumático, sus obsesiones absurdas y sus problemas. Como buen libro de Stephen King, La Tienda no se centra tanto en lo sobrenatural, sino que nos habla de los problemas de los habitantes de un pueblo, de sus traumas y de lo perra que es la vida. Durante las 950 páginas del libro, Stephen King se dedica a desarrollar esto, a que conozcamos las desgracias que le ha tocado vivir a cada personaje. Algunos buenos, otros no tanto, pero todos complejos como la vida misma.

Lo interesante del libro es todo eso y ver la que está a punto de liarse en Castle Rock. El pueblo ya era un volcán a punto de entrar en erupción y el señor Leland Gaunt ha llegado para darle el último empujoncito. Desde el principio respiramos ese ambiente de pueblo en el que las apariencias parecen ser tan importantes. Y tenemos el lío entre los baptistas y los católicos, enemigos acérrimos por motivos religiosos. Como habitualmente, el tema de la religión tiene su sitio en una novela de King. El caso es que los católicos quieren montar una especie de bingo, pero a los baptistas no les parece buena idea. Nada buena. Y además tenemos tiranteces entre algunos habitantes del pueblo, y por supuesto Leland Gaunt sabe todo esto. El misterioso personaje mueve los hilos lo suficiente para que asistamos a algunas escenas macabras y desagradables. Y así, entre una cosa y otra, las páginas van pasando sin perder el menor interés.

La Tienda: crítica brutal a la avaricia y al capitalismo


La Tienda es en realidad una crítica brutal a la avaricia y al capitalismo. A la idea de acumular objetos por el simple hecho de tenerlos, a que a menudo somos esclavos de nuestras pertenencias de manera absurda. El nombre de la tienda de Gaunt ya es una declaración de intenciones. Se llama COSAS NECESARIAS. Así, en mayúsculas. Y enseguida vemos que esa tienda tiene de todo menos cosas necesarias. ¿Hasta dónde serán capaces de llegar esos personajes por conservar esos objetos que en realidad no les sirven para nada? Pues muy lejos, os lo adelanto. Real como la vida misma.

La parte mala del libro es el final. De repente todo parece apresurarse y Stephen King se saca el desenlace de la manga. Sí, el de Maine había plantado algún elemento por ahí, pero no es suficiente para que entendamos el final que nos ofrece. Con todo, el libro merece mucho la pena y si obviamos el final es muy disfrutable. Personajes redondos, escenas grotescas, tensión... Merece la pena.

Cuatro bigotes para La Tienda.