viernes, 4 de febrero de 2022

La Tienda: Stephen King en estado puro

Recuerdo a Stephen King decir que lo importante de una novela es su desarrollo más que el final. Que lo que cuenta, lo relevante, es lo que te hace sentir durante el viaje. No sé si sus palabras fueron exactamente esas, pero sí fue esa una de las ideas que transmitió en una charla que dio junto a su buen amigo George R. R. Martin. Que por cierto, si os interesa (y os la recomiendo) está en Youtube. Bueno, pues el caso es que esto que dijo Stephen King fue lo primero que me vino a la cabeza cuando terminé de leer La Tienda. Y ojo, que estoy bastante de acuerdo con King. Pero La Tienda, que es un gran libro con un gran desarrollo y cuya lectura he disfrutado como un enano... Bueno, digamos que tiene un final que no está a la altura del resto de la obra.

Con todo, es una novela que merece la pena, pues el de Maine vuelve a demostrar que es un genio. El libro tiene nada menos que 950 páginas y aun así el interés no decae en ningún momento. ¿Hay terror? Bueno, no mucho. Pero sobre todo, La Tienda provoca sensaciones incómodas a través de unos personajes que se desarrollan con maestría. Os cuento.

La Tienda: un argumento que engancha desde el principio


La Tienda (1991) tiene un argumento que llama la atención desde el principio. El señor Leland Gaunt ha decido abrir una nueva tienda en el pueblo ficticio de Castle Rock. Por si os suena, es el mismo pueblo en el que Cujo, aquel perrillo entrañable, se pilló un cabreo de los gordos. El caso es que la nueva tienda del pueblo se llama Cosas Necesarias (el nombre no podía ser más puñetero) y Leland Gaunt no es el típico vendedor al uso. Digamos que su manera de proceder es... Peculiar. Es capaz de engatusar a cualquiera que se detenga un segundo a ver el escaparate, pues siempre tiene algún producto que fascina al comprador. En realidad, ese producto puede ser la mayor chorrada del mundo, pero Leland Gaunt conoce el punto débil de cada cliente: un cromo de béisbol, unas gafas de sol de Elvis, una caña de pescar, la cola de un zorro (sí, habéis leído bien). Como veis, son todas ellas cosas imprescindibles en la vida de cualquier ser humano, y por eso los habitantes de Castle Rock están dispuestos a hacer cualquier locura con tal de obtenerlas.


Y es que Gaunt no vende sus priductos por un precio y ya está. Lo que hace es venderlos baratísimos y a cambio el comprador tendrá que gastar a un vecino la broma que le indique el vendedor. Y como os podéis imaginar, la palabra broma se queda bastante corta para entender de qué va el asunto, porque lo que terminan viviendo los habitantes de Castle Rock son auténticas putadas. Parece original, ¿verdad? Pues sí, el argumento está muy bien, pero los personajes son todavía mejores. Empezando por Leland Gaunt.

Leland Gaunt: el vendedor encantador y siniestro


Qué maravilla de personaje es Leland Gaunt. El villano de la novela seguramente sea uno de los mejores personajes creados por Stephen King. Es una delicia cómo lo describe el de Maine, al principio tan encantador, tan atento y generoso. Pero después, a medida que avanzan las páginas, vamos viendo que no es oro todo lo que reluce. Que el tal Gaunt esconde algo y que es un tipo siniestro. Lo mismo luce una sonrisa tierna y encantadora que una mirada aterradora y cruel. Sabe cómo tratar a cada persona, con mano dura o con dulzura según haga falta.

King nos va dando pistas evidentes de que el nuevo emprendedor de Castle Rock no es una persona normal y corriente. Por ejemplo, cada persona que visita a Gaunt le ve los ojos de un color diferente: azules, negros, verdes... Es genial cómo solo con este detalle Stephen King nos hace ver que estamos ante un ser sobrenatural. Pero además está la sensación que transmite Leland Gaunt cuando toca a las personas. Él puede parecer todo lo encantador que quiera pero la realidad está ahí. Por eso cuando toca a sus clientes éstos sienten asco y náuseas a niveles desconocidos hasta ese momento. A partir de ahí los compradores evitan con todas sus fuerzas tocar al señor Gaunt. Normal.

El resto de personajes también están trabajados. El protagonista es el comisario Alan, un buen tipo aficionado a la magia que tiene sus propios traumas y que ahora está liado con Polly Chalmers, una mujer que también ha vivido lo suyo. Todos los personajes tienen su pasado oscuro o traumático, sus obsesiones absurdas y sus problemas. Como buen libro de Stephen King, La Tienda no se centra tanto en lo sobrenatural, sino que nos habla de los problemas de los habitantes de un pueblo, de sus traumas y de lo perra que es la vida. Durante las 950 páginas del libro, Stephen King se dedica a desarrollar esto, a que conozcamos las desgracias que le ha tocado vivir a cada personaje. Algunos buenos, otros no tanto, pero todos complejos como la vida misma.

Lo interesante del libro es todo eso y ver la que está a punto de liarse en Castle Rock. El pueblo ya era un volcán a punto de entrar en erupción y el señor Leland Gaunt ha llegado para darle el último empujoncito. Desde el principio respiramos ese ambiente de pueblo en el que las apariencias parecen ser tan importantes. Y tenemos el lío entre los baptistas y los católicos, enemigos acérrimos por motivos religiosos. Como habitualmente, el tema de la religión tiene su sitio en una novela de King. El caso es que los católicos quieren montar una especie de bingo, pero a los baptistas no les parece buena idea. Nada buena. Y además tenemos tiranteces entre algunos habitantes del pueblo, y por supuesto Leland Gaunt sabe todo esto. El misterioso personaje mueve los hilos lo suficiente para que asistamos a algunas escenas macabras y desagradables. Y así, entre una cosa y otra, las páginas van pasando sin perder el menor interés.

La Tienda: crítica brutal a la avaricia y al capitalismo


La Tienda es en realidad una crítica brutal a la avaricia y al capitalismo. A la idea de acumular objetos por el simple hecho de tenerlos, a que a menudo somos esclavos de nuestras pertenencias de manera absurda. El nombre de la tienda de Gaunt ya es una declaración de intenciones. Se llama COSAS NECESARIAS. Así, en mayúsculas. Y enseguida vemos que esa tienda tiene de todo menos cosas necesarias. ¿Hasta dónde serán capaces de llegar esos personajes por conservar esos objetos que en realidad no les sirven para nada? Pues muy lejos, os lo adelanto. Real como la vida misma.

La parte mala del libro es el final. De repente todo parece apresurarse y Stephen King se saca el desenlace de la manga. Sí, el de Maine había plantado algún elemento por ahí, pero no es suficiente para que entendamos el final que nos ofrece. Con todo, el libro merece mucho la pena y si obviamos el final es muy disfrutable. Personajes redondos, escenas grotescas, tensión... Merece la pena.

Cuatro bigotes para La Tienda.


2 comentarios:

  1. Muy de acuerdo contigo en que el final deja mucho que desear, pero el resto del libro es una auténtica maravilla que compensa cualquier dislate. Me gustó especialmente cómo transmitía King el anhelo que sentía cada persona del pueblo por algo que veía en la tienda, y la artritis de una de las protagonistas. Y cuando el horror se desata, qué de escenas memorables nos dejó King. Ah, uno de mis favoritos... :)

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    1. Lo de la artritis de Polly Charlmers es tremendo, creo que me dolían las manos mientras lo leía xD
      Hay unas cuantas escenas fuertecitas que va a ser difícil olvidar, sí. La del niño con la escopeta ante la atenta mirada de su hermano, la pelea callejera a cuchillada limpia entre dos vecinas. Terrible. Una maravilla de libro :-)

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