jueves, 14 de abril de 2022

Los mejores personajes de Oliver y Benji

Eran tiempos de bollycao y de fútbol en la plaza. Las preocupaciones se reducían a conseguir el cromo que nos faltaba o a ganarle el partidito a ese amigo que se había puesto chulo. Pero cuando llegaba la hora no había merienda que valiese ni partido de fútbol en la plaza que mereciese la pena. Porque cuando empezaba Oliver y Benji todos marchábamos raudos a casa. Nuestra prioridad eran los dibujos japoneses de moda, aquellos en los que veíamos a niños de once años llenar estadios y agujerear redes como si tal cosa. Aquello era lo más alucinante que habíamos visto en nuestra corta existencia y Oliver era un fuera de serie. Como Benji, como Tom. Unos genios todos ellos. 

Sin embargo, Captain Tsubasa tuvo también su parte oscura, sus perdedores y sus momentos macabros, y de ellos vengo a hablaros hoy. Y es que la derrota tiene su romanticismo, su épica, a menudo con la victoria tan cerca pero a la vez tan lejos. Como Aníbal cuando tuvo a Roma de rodillas, o como el Atlético de Madrid en aquella final de la Champions que terminó igualando Ramos de cabeza en el tiempo añadido. Porque sí amigos, la derrota a veces es dura y cruel como la vida misma y se empeña en producirse de la manera más dolorosa posible. Quizá por eso siempre me han caído mejor los perdedores, qué le vamos a hacer. De modo que aquí va mi ranking de mejores personajes (o debería decir perdedores) de Oliver y Benji.

 

Julian Ross: la figura que jamás ganó un Campeonato Nacional

Julian Ross era el futbolista más prometedor de la serie. Cuando Oliver era un don nadie este tío ya salía en revistas y se contaban maravillas sobre él: era técnico, buen pasador, gran rematador y el mejor líder sobre el terreno de juego. También tuvo algún que otro comportamiento machista, como un tortazo a lo Will Smith en una escena que sería impensable en los dibujos animados de hoy. Sin embargo, nadie protestó por esto y se ensalzaron las virtudes de Julian Ross, que las tenía y muchas. Pocos dudaban de que se trataba del mejor futbolista que iba a tener Japón. ¿Oliver? ¿Mark? ¡Ja! Nada en comparación con este genio.

Pero la vida es cruel y despiadada, y Julian Ross, a pesar de ser el mejor, jamás pudo ganar un torneo nacional. Y no porque no tuviese nivel, que como digo le sobraba, sino porque estaba enfermo del corazón. El pobre chaval.

Eso sí, nadie se atrevió a quitarle la ilusión. Os acordaréis de que cuando jugó las semifinales contra el New Team de Oliver estuvo a punto de darle un jamacuco. Julian estaba arrodillado con la mano en el corazón, la mirada perdida y la lluvia cayendo. La joven estrella estaba hecha un cristo y su vida parecía pender de un hilo. ¿Saldrá de esta? Nos decíamos nosotros con el corazón en un puño. Pero ni el entrenador lo sustituyó, ni sus padres pidieron el cambio ni el árbitro paró el partido. ¿Para qué? "No vamos a quitarle la ilusión al chaval", dijeron los progenitores de Julian Ross. O algo parecido. Y siguió jugando.

Afortunadamente no hubo que lamentar la muerte de nadie, pero como Julian Ross no pudo correr más y sus rivales sí, la selección natural siguió su curso y el New Team terminó eliminando al Mambo Fútbol Club (vaya nombrecito). Así que el jugador más prometedor de Japón no pudo triunfar. 

¿Aprendió la lección Julian Ross? Pues no, continuó jugando al fútbol a medio gas a pesar de su enfermedad. Se dedicó a ejercer de segundo entrenador (supongo que para explicar a todo el mundo en qué consistía el fuera de juego) y a jugar solo cuando las cosas se ponían demasiado feas. Nunca pudo rendir al cien por cien, pero nadie duda de que era el mejor. Una pena.

Patrick Everett: el delantero que fallaba más que una escopeta de feria

Un New Team plagado de estrellas había ganado el Campeonato Nacional. Un par de años después el equipo de Oliver se proponía volver a revalidar el título, pero aquel equipazo que se había impuesto en la final al Muppet de Mark Lenders ya no era el mismo. Ya no estaba Benji ni tampoco Tom Baker. Y aunque a algunos nos costó darnos cuenta, en el nuevo New Team tampoco estaba Jack Morris. ¿Y quién es ese? Preguntará alguno. La pregunta es lógica porque Jack Morris era un tipo prescindible. Vamos, que no era precisamente una estrella, pero quizá él no lo vio así.

Jack Morris era uno de los defensas del New Team campeón. Tenía una voz desagradable y una equis extraña entre las cejas y la nariz. No se dio cuenta de que si había ganado el campeonato había sido gracias a Oliver, Tom y Benji, así que se vino arriba y abandonó el New Team en busca de algo mejor. Se hizo jugador del Otomo y allí confió en las habilidades de otra estrella: Patrick Everett.

Everett era la gran esperanza de Jack Morris. Era joven, rápido como una bala y tenía un disparo impresionante. El tiro del halcón, lo llamaba. Lo conocimos en un entrenamiento del New Team, cuando a varios jugadores del Otomo, entre ellos Jack Morris y Patrick Everett, les dio por pasarse a tocar las narices. De repente se pusieron a correr, le quitaron el balón a Oliver, y Everett demostró de lo que era capaz poniendo en práctica su letal disparo. Como era habitual, Alan Crockett hizo la estatua.

Ante tal exhibición, Oliver se preocupó y empezó a entrenar más y más. Patrick Everett parecía bueno y le iba a exigir dar el máximo si quería clasificarse para el Campeonato Nacional. ¿Qué pasó al final? Pues que, como sabréis, Patrick Everett resultó ser un bluf. Pero un bluf de los gordos, además.

Sí, Patrick Everett era rápido, más rápido que Oliver. Pero lo era solo cuando corría sin balón. Lo de conducir y correr ya no lo llevaba tan bien, pues al parecer le faltaba técnica. Así que si le echabas un mendrugo esperando que lo rematara la cosa no terminaba bien. O se la ponías templadita y al pie con la calidad de David Beckham o el tío no remataba. Y si lo hacía, la echaba fuera.

Y es que ese era el otro gran defecto de Patrick Everett: que no tenía puntería. El tiro del halcón era potente, un trallazo, y si iba a puerta era difícil de detener sobre todo si el portero era Alan Crockett. Pero al delantero del Otomo le costaba chutar entre los tres palos, así que cuando por fin se enfrentaron al New Team, Everett hizo el ridículo. Merecido se lo tuvo, eso sí, por pasarse de listo en aquel entrenamiento del equipo de Oliver.

Patrick Everett prometía maneras y resultó ser un fiasco.

Teo Sellers: el portero que ocupaba toda la portería

No nos vamos a andar con eufemismos: Teo Sellers estaba gordo. Pero lejos de avergonzarse por ello como podría suceder a cualquier preadolescente de su edad, Teo hizo que su principal característica fuera también su mayor fortaleza. Estaba gordo, era gigantesco y ocupaba toda la portería. Por lo tanto, nuestro protagonista resolvió que se convertiría en un gran portero. Y lo logró.

Es verdad que no era Benji ni tampoco Ed Warner. No se impulsaba desde el poste como hacía este último, pues Teo Sellers no era tan espectacular. Digamos que se trataba de un portero sobrio. Sin embargo, a pesar de su sobrepeso, era más ágil de lo que pudiera parecer. Alguna estirada ya se marcó, y eso que solía jugar con los ojos cerrados, característica que compartía con Bob Denver, el central gigante del New Team. Cuando paraba, Teo Sellers se relamía como si estuviera a punto de comerse un buen chuletón.

El caso es que al gigantón le iba todo de maravilla hasta que le tocó enfrentarse al New Team de Oliver Atom. Teo Sellers no había encajado ningún gol, y se proponía continuar con la racha hasta vencer en el campeonato nacional. Pero el New Team le dio un buen baño de realidad, pues hacía falta algo más que ser un grandullón para ganar el campeonato nacional.

Y eso que durante los primeros minutos el partido estuvo igualado. Oliver y compañía no sabían cómo marcar gol hasta que descubrieron el punto débil de Teo Sellers: era grande, enorme, por lo que los tiros rasos no los llevaba tan bien. Además los listillos del New Team se percataron de que en esto del fútbol se le podía pasar a un compañero para que marcara gol, o sea que no siempre había que tirar un trallazo desde fuera del área. Esto sí que fue un descubrimiento. De modo que el equipo de Oliver puso en práctica sus nuevos hallazgos y terminó goleando al Nord Ford. Fácil y sencillo.

Eso sí, el pobre Teo Sellers se agarró un cabreo de los gordos. No estaba acostumbrado a perder y no encajó bien la derrota. Incluso estuvo a punto de soltar algún sopapo a sus rivales, pero al final se dedicó a lamentarse desconsolado. Se hizo ilusiones y llegó a pensar que podía ganar el campeonato nacional, pero pasó de estar imbatido a recibir una goleada. Como decía arriba, las derrotas a veces son crueles.

Jeff Turner: el alcohólico que entrenó a Mark Lenders

Jeff Turner fue el entrenador más importante que tuvo Mark Lenders. Cuando el chaval apenas tenía doce años, Turner le enseñó a jugar con garra, a dar codazos a sus rivales de manera que no pitaran falta y a agujerear las redes de sus rivales de un balonazo. Lenders aprendió lo más importante de este peculiar entrenador: para triunfar debía ser agresivo. Y estuvo a punto de ganar el campeonato nacional. Pero amigos, la sombra de Oliver Atom era alargada.

Un día Mark Lenders, acompañado de sus inseparable Dani Mellow y Ed Warner, abandonó el Muppet para ingresar en las filas del Toho, porque el dinero siempre ha sido el dinero y Jeff Turner no parecía tener mucho de eso. Tenía cerveza o sake, eso sí, o lo que demonios le diera por beber. El caso es que nuestro protagonista se dedicó a la bebida y siguió entrenando a un Muppet muy mermado por las bajas. Jeff Turner sabía que con sus actuales jugadores sería imposible ganar el campeonato nacional, que esa oportunidad ya había pasado cuando había contado con Mark, Dani y Ed, pero aun así continuó dando lecciones de vida a aquellos chavales que tanto lo admiraban. Porque Jeff Turner llevaba en el corazón entrenar. Y beber de vez en cuando, claro.

Y para demostrar lo desinteresada que era su manera de actuar, un día se acercó hasta su antiguo jugador Mark Lenders y le cantó las cuarenta: "En el Tohu te has vuelto blando", le dijo. "¡Eres un tigre sin dientes!", le espetó, y apareció en pantalla, efectivamente, la maravillosa imagen de un tigre desdentado. Fue uno de los mejores momentos de Oliver y Benji. A Mark aquello le pilló por sorpresa. ¿Quién iba a esperar que lo insultaran de aquella manera? Así de sopetón. 

El delantero del Toho se tomó muy en serio las palabras de su antiguo entrenador y se marchó a la playa. Porque debía recuperar aquella garra como fuera, así que estuvo chutando contra las olas. Y chutó, y chutó. Y siguió chutando. A pesar del tiempo y de la tempestad. A pesar de la lluvia. Hasta que por fin consiguió atravesarlas con el balón. Acababa de nacer un nuevo y letal disparo: el tiro del tigre.

Todo había sido gracias a Jeff Turner y a sus sabios y generosos consejos. Llamar tigre sin dientes a Mark fue suficiente para que el chaval fuera a la playa a arriesgar su vida y descubriera una nueva habilidad. Jeff Turner sí que se preocupaba por Mark, no como aquel antipático entrenador del Toho que no le pasaba una. De modo que Turner demostró tener carisma y unos métodos eficaces. Aun así no pudo ganar el campeonato nacional porque le desmantelaron el equipo tirando de talonario. Pero en fin, al menos bebida no le faltó.

Alan Crockett: el portero que tenía miedo al balón

Benji era el portero titular del New Team y una de sus grandes estrellas, pero solía estar lesionado. Así que en realidad el guardameta titular solía ser Alan Crockett. Benji y Alan se parecían en varias cosas: eran porteros, se colocaban bajo palos y se ponían guantes. Y hasta aquí las similitudes entre estos dos personajes, porque entre ellos había una gran diferencia: Benji era un genio y Alan era malísimo. Pero malo, malo. Malo con avaricia, algo así como el Karius de Oliver y Benji.

¿Por qué jugaba entonces Alan de portero? ¿De verdad no podía el New Team conseguir alguien mejor? Supongo que es algo que se preguntaba todo el mundo, Oliver Atom incluido. Alan no solía parar, sino que acostumbraba a hacer la estatua con los ojos bien abiertos hasta que el balón estaba en la portería. Daba igual que el disparo fuera potente o flojo. Croquett paraba alguna vez, sí, pero con la frecuencia de un eclipse. Era tan malo que Oliver ya sabía que tendría que marcar unos cuantos goles de más para compensar el estropicio que iba a provocar Alan. Pero no era solo que el portero suplente del New Team fuera malo, sino que además tenía miedo al balón.

Sucedió durante el primer enfrentamiento entre el New Team y el Muppet. Mark Lenders era un chaval agresivo que chutaba fuerte y daba codazos con la permisividad arbitral. Y además, Mark Lenders tenía instinto. Así que el discípulo de Jeff Turner olió la sangre y supo sacarle partido. ¿Cuál era el punto débil del New Team?, debió de pensar. Pues a falta de Benji Price, la portería era claramente la peor parte del equipo de Oliver. Mark lo sabía, y por eso resolvió que se encargaría de ello. 

Como buen estratega, el delantero del Muppet trazó un plan. No demasiado elaborado, eso sí, pero efectivo. Lenders arrebató el balón a Oliver y chutó apuntando al rostro de Crockett. Y obviamente este no reaccionó, sino que recibió un balonazo en la cara y encajó gol. Gotas de sangre y el balón en la red. Y gol, golazo del Muppet. Pero además Crockett había salido mal parado. Se quedó en el suelo, temblando con las manos en la cara y la mirada perdida. ¿Había miedo en aquellos ojos? Sí, claro que sí. Miedo y pánico. El pobre Crockett estaba aterrorizado.

Y con esto tuvo que lidiar el portero suplente del New Team. Cada vez que se acercaban los rivales, Alan Crockett hacía la estatua y el balón entraba. Era un trámite, pues todo el mundo sabía que no lo iba a detener, pero a pesar de todo Alan Crockett siguió jugando. Hasta que Oliver le dio una lección: le dijo que el balón era su amigo y asunto arreglado. ¿Y si Mark Lenders le arrancaba la cabeza de un balonazo?, pensábamos todos. Pues el balón seguía siendo su amigo igualmente, claro que sí.

Y a pesar de todo, Alan Crockett ganó el campeonato nacional. Un campeón.

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