lunes, 6 de febrero de 2023

Bolsa de cadáveres (1993)

¿Cómo se me pudo pasar esta película? ¿Por qué no había visto aún Bolsa de Cadáveres? Recuerdo mi infancia llena de películas y animes terroríficos, sangrientos, fantásticos, con sus monstruitos y sus asesinos, con su casquería y sus chorros de sangre. Recuerdo cintas como Pesadilla en Elm Street, Creepshow (¡Quiero mi tarta, Bedelia!) o Critters. Y de animes como El Puño de la Estrella del Norte, Caballeros del Zodíaco o Dragon Ball. Entre otros. Sangre, vísceras, muerte. ¿Acaso había algo más divertido?

¿Y por qué demonios, entonces, no había visto todavía Bolsa de Cadáveres? ¿Por qué? Pues no lo sé, pero si no la habéis visto. deberíais.

Bolsa de Cadáveres (1993) es una película dirigida por John Carpenter y Tobe Hooper dividida en tres historias diferentes: la primera la protagoniza una joven que empieza a trabajar por la noche en una gasolinera y se acaba de enterar de que un asesino anda suelto por la zona; en la segunda un hombre se está quedando calvo y desea recuperar su pelo cueste lo que cueste; y en la tercera un jugador de béisbol al que le trasplantan un ojo tras sufrir un accidente de coche comienza a tener extrañas y sangrientas visiones.

Como veis, Bolsa de Cadáveres es una especie de Creepshow, aquella maravilla escrita por Stephen King y dirigida por George A. Romero en 1982. Claro que la cinta que nos ocupa tampoco va justa de talento: la dirigen John Carpenter (La Cosa, palabras mayores) y Tobe Hooper (La Matanza de Texas). Casi nada. Pero el reparto también es bueno: tenemos a un simpático Carpenter interpretando a un dicharachero muerto viviente y a Wes Craven y Tobe Hooper en otros menesteres de la actuación, y veremos también en acción a actores como Stacy Keach (el capo nazi de American History X) y Mark Hamill (el Rompepollas).

John Carpenter en la morgue

La mejor actuación de Mark Hamill.

Lo que más me ha gustado de la película es su tono jocoso, esa mezcla de terror-gore-humor que tan buen resultado dio con productos como Historias de la Cripta o Creepshow. Aunque aquí no aparece el famoso esqueleto que introducía aquellas macabras historias, sí contamos con la presentación de otro muerto viviente muy peculiar: nada más y nada menos que John Carpenter, quien se dedica a relatarnos las últimas horas de los muertos que lo acompañan en la morgue. Todo ello con un impagable humor negro que da un encanto especial a la película.

La primera historia es la de la chica que empieza a trabajar en una gasolinera. Este capítulo nos atrapa desde el principio, pues la primera información que tenemos es que un sádico asesino anda suelto. Para desgracia de nuestra protagonista, ella va a tener que pasar la noche en un lugar desconocido (la gasolinera, claro) al que se irán acercando clientes de todos los tipos y modelos, lo que nos pondrá alerta todo el tiempo.

La gracia está precisamente en eso, en la descarada atención que el relato pone en cada una de las personas que hace una parada para repostar: ¿Tiene pinta de asesino? Nos preguntamos inmediatamente acariciándonos el bigote (bueno, eso lo hago yo) analizando al tipo en cuestión y descubriendo (por sus gestos muy disimulados, ejem) si a la chica le gusta lo que ve o no.

Y así avanza la historia de manera muy entretenida y divertida, con algún que otro susto, el típico despiste de la protagonista que solemos encontrarnos en las cintas de terror ("¡ay, se me han olvidado las llaves dentro!" y esas cosas, ya sabéis) y la actuación "estelar" de Wes Craven. Por supuesto, al final hay sangre a chorros, así que poco más se puede pedir. 

La obsesión de recuperar el pelo

Pelazo.
La segunda historia es la que contiene más dosis de humor, lo he pasado en grande viéndola. Un hombre que se está quedando calvo se obsesiona con recuperar su cabello como sea. El protagonista (Stacy Keach) prueba de todo: peluquín, productos capilares, peluquería... Incluso llega a pintarse la cabeza de negro, lo que le cuesta una discusión de pareja. Pero él, incapaz de asumir la realidad, sigue erre que erre a lo suyo. Por eso un día, tras ver un anuncio de televisión que parece dar solución su problema, se somete a una operación. ¿Funcionará? Nos lo preguntamos casi tapándonos los ojos para no ver la escabechina que le han hecho.

Pero sí, funciona. Y vaya si lo hace.

Al día siguiente, cuando el hombre se retira el vendaje de la cabeza, gasta una melena que ni Bruce Dickinson en sus mejores tiempos con Iron Maiden. Y todo son carcajadas y felicidad. Su vida mejora, recupera su confianza, su pareja vuelve con él y todos en la peluquería admiran su cabello. Pero claro, esto es una historia de terror y es John Carpenter, así que, como os podréis imaginar, las cosas no terminan así. Para saber cómo acaba tendréis que ver el episodio hasta el final.

El ojo negro

Luke Skywalker versión Carpenter.
La tercera historia es la menos gamberra de las tres, pero no por eso deja de ser divertida. De hecho, nos plantea un argumento que tiene su cachondeo. Un jugador de béisbol (Mark Hamill) pierde su ojo derecho en un accidente de coche y un médico le propone trasplantárselo. ¿Se os ocurre mejor solución para recuperar la vista? Claro que no. El caso es que la operación es un éxito, y el hombre abre su ojo derecho y distingue perfectamente a su mujer gracias a ese nuevo ojo que pertenecía a una persona muerta.

El asunto es bastante truculento, pero a Mark Hamill y su mujer lo que les preocupa es el apartado estético. ¿Qué más da que ese ojo fuera de una persona que ya murió? Lo preocupante es que el jugador de béisbol tenía los ojos azules, y ahora esa nueva parte de su cuerpo es de color negro, pero más negro que el cuarto más profundo y oscuro del infierno. Me imagino a Carpenter y Tobe Hooper conversando: "Vamos a enfocarlo bien todo el tiempo para que el espectador medio de los años noventa se dé cuenta. Es negro, negro, negro. ¡Es negro!" Bueno pues, como decía, el nuevo ojo es de color negro y el otro de color azul. ¿Solución? Se pone una lentilla también de color azul y asunto arreglado.

Por supuesto, las cosas no se quedan así, y donde había fiesta y jolgorio empieza a haber problemas. Faltaría más. Los dolores de cabeza no tardan en llegar, y unas extrañas y sangrientas visiones comienzan a desorientar al protagonista. ¿Qué demonios está pasando? ¿Tendrá algo que ver con eso ese ojo más negro que un pozo de petróleo? Y así, con un final previsible pero no por ello menos divertido, llegamos a la conclusión de la película casi sin darnos cuenta y volvemos a ver a Carpenter haciendo de las suyas en la morgue.

Está claro que John Carpenter y Tobe Hooper no merecen el Oscar por Bolsa de Cadáveres, pero se trata de una película disfrutable y llena de encanto. Tiene sangre, gore, fantasía y un tono gamberro que convierte la cinta en un producto muy divertido. Si no la habéis visto podéis hacerlo en Prime Video. Una joyita.

Cuatro bigotes para Bolsa de Cadáveres.


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