viernes, 22 de abril de 2022

El Último Duelo: tres verdades que enganchan

El Último Duelo era para mí una de esas películas que te atraen y te alejan a partes iguales. Me encanta el cine de época, la literatura histórica y la fantasía épica y medieval. Así que la cinta de Ridley Scott, que transcurre en la Francia del siglo XIV, me llamó la atención desde el principio. Parecía que había justas, duelos, batallas e intrigas palaciegas. Todo eso me fascina, y al parecer El Último Duelo iba sobrada de estos ingredientes. Qué bien, me dije acariciándome el bigote. Tiene buena pinta, pensé.

Pero como decía, tenía dos prejuicios que me alejaban de la película: el primero, que era muy larga, dos horas y media, demasiados minutos para verla de tirón un día de labor; y mi segunda reticencia era que trataba el tema de una violación a una mujer en la Edad Media. Me explico: en realidad el problema no era el tema sí, sino cómo iba a abordarlo Hollywood, que ya sabemos que son capaces de plantarnos feministas convencidas y obreros con conciencia de clase en el siglo XIV si se les cruza el cable. Y aunque se trata de una obra de ficción y sus creadores pueden hacer lo que les dé la real gana, a mí ese tipo de cosas me suelen sacar de la historia, qué le vamos a hacer. Y claro, cuando vi el tráiler me temía lo peor.

Pero no, tengo que reconocer que estaba equivocado. El Último Duelo es una gran película, con una duración larga pero justificada, y con una buena recreación de lo que podía ser la mentalidad de la época. No encontraréis feministas ni lenguaje igualitario en el siglo XIV en esta película, sino unos esquemas mentales que aterrorizan hoy día sobre todo porque eran reales. Y es que basta con reproducir la manera de funcionar de aquella sociedad para entender las injusticias que se cometían. Os cuento.

Sinopsis de El Último Duelo

El Último Duelo nos ubica en la Francia de 1386. Narra el enfrentamiento entre el caballero Jean de Carrouges (Matt Damon) y el escudero Jacques LeGris (Adam Driver), pues acusa el primero al segundo de violar a su esposa, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer). El Rey Carlos VI decide solucionar el conflicto con un duelo a muerte. Si gana de Carrouges, Marguerite será vengada, pero si vence LeGris, ella será quemada en la hoguera como castigo por falsas acusaciones.

La película la dirige un tal Ridley Scott, director de cintas como Gladiator, Alien y Blade Runner. Y el guion, de Ben Affleck, Matt Damon y Nicole Holofcener, está basado en el libro de Eric Jager, un ensayo que relata el conflicto que tuvo lugar entre los tres personajes principales.

El Último Duelo: tres puntos de vista

Lo primero que llama la atención de El Último Duelo es la manera de contarnos la historia. La película no tiene una narración lineal, sino que está dividida en cuatro partes. La cinta de Ridley Scott nos muestra primero la versión de Jean de Carrouges, después la de Jacques LeGris y en tercer lugar la de Marguerite. Por último asistiremos al épico y sangriento duelo entre el caballero y el escudero. 

Es verdad que lo que sucede durante la proyección se repite a menudo. Al fin y al cabo, El Último Duelo nos está contando lo mismo tres veces. Sin embargo, resulta muy interesante captar los matices de la versión de cada personaje. ¿Cuál es la reacción que tiene cada uno cuando se besan? ¿Esa mirada es de tonteo o es simplemente una formalidad? Pues dependerá de quién nos lo esté contando. Además no todos los personajes han vivido lo mismo, de modo que según vayamos conociendo las verdades de cada uno de ellos tendremos también más información, como conversaciones y comportamientos que antes no habíamos visto. Con esta subjetividad Ridley Scott nos erige en jueces de los acontecimientos y nos hace dudar. En algún momento temprano incluso nos preguntaremos si de verdad hubo violación o no.

Todo esto es posible gracias a unas actuaciones soberbias. El nivel general de los intérpretes es alto, pero mención especial merecen los tres protagonistas: Matt Damon, Adam Driver y Jodie Comer. Si la película nos incomoda, si nos emociona, si nos transmite, es en gran parte gracias al gran trabajo que hacen estos tres intérpretes.

Matt Damon, Adam Driver y Jodie Comer

Matt Damon encarna a Jean de Carrouges, un caballero tosco y zafio muy preocupado por medrar, por sus tierras, por sus bienes y por su descendencia, pero quizá no tanto por querer a su mujer. Es genial cómo Damon representa el comportamiento de una persona acomplejada, materialista, luchadora e irascible, y pone de relieve la manera de funcionar de la economía del siglo XIV, basada en las propiedades, en las tierras y en las herencias. Llama la atención la actuación de Damon porque estamos acostumbrados a ver al actor americano en otro tipo de papeles, pero aquí lo borda. Jean de Carrouges no es precisamente la alegría de la huerta, y si tuviera que elegir entre irme de cañas con él o con LeGris, sin duda elegiría a este último.

Y es que el personaje de Adam Driver es justo lo contrario. Un tipo culto, instruido en las letras y en los números, pero también un vividor con don de gentes. De Carrouges y LeGris tienen comportamientos opuestos: el primero es tosco, agresivo y vulgar pero luchador y defensor de lo suyo; el segundo tiene una mentalidad más abierta y libertina. Lo cual puede estar bien a veces (por ejemplo para irse de cañas) hasta que uno se pasa de la raya. Y LeGris, animado por su amistad con el primo del Rey de Francia, terminará creyéndose capaz de todo y cometerá una violación que causará el principal conflicto de la película.

Quien la padece es Marguerite de Carrouges, interpretada de manera fabulosa por Jodie Comer. La actriz británica hace un gran trabajo transmitiendo esa soledad, esa culpa, esa rabia, esa injusticia que le ha tocado vivir. Pero también se trata de una mujer inteligente que va a jugar sus cartas, aunque sean pocas y malas, hasta el final. Una luchadora, una mujer valiente que conoce las terribles consecuencias que puede acarrear su decisión y que no se enfrenta tan solo al trauma de una violación, sino también a toda una mentalidad, a toda una manera de ver las cosas contra la que la verdad en ocasiones poco puede hacer.

Estos son los tres protagonistas de la película y, como digo, hacen un gran trabajo. Pero no son los únicos que están acertados. Ben Affleck interpreta al Conde Pierre d'Alençon, un tipo caprichoso, privilegiado, mujeriego y primo del Rey que da y quita a su antojo según le caiga en gracia la persona que tiene delante. Harriet Walter es la madre de Jean de Carrouges, quien es especialmente dura con la esposa de su hijo. Alex Lawther es el Rey de Francia, un joven que no dice demasiado pero lo dice todo con sus sonrisas y con sus carcajadas cada vez que aparece la sangre. Desde luego, el monarca no parece ser la persona más empática del mundo. Todos ellos lo hacen bien, con sus matices, con sus sonrisas y sus comportamientos, y nos acercan a esa sociedad estamental formada por nobles y pueblo llano.

No puedo terminar esta reseña sin mencionar dos de los mejores aspectos de la película. Por un lado, vestuarios y escenarios. Da gusto ver las armaduras, los vestidos, los interiores de palacios y viviendas. Y por otro, las escenas de acción. Ridley Scott no abusa de ellas, pues se centra sobre todo en el conflicto del abuso sexual, pero cuando hay acción se disfruta de lo lindo. De vez en cuando tenemos alguna escaramuza, alguna batalla en la que Jean de Carrouges y compañía se dan de tortas. Y aquí no hay medias tintas. Chorros de sangre y espadas que atraviesan. Real como la vida misma. Y por supuesto tenemos el final, con un duelo que nos hace contener la respiración.

Cinco bigotes para El Último Duelo.


martes, 19 de abril de 2022

Ocho libros que quiero leer este año

Parece que 2022 acaba de empezar y dentro de nada entramos en mayo. En apenas ocho meses estaremos otra vez atragantándonos con las uvas y celebrando que nos queda un año menos para morir. O que aún seguimos vivos, pensarán los que no son tan cenizos como yo. El caso es que nos plantearemos nuevos y firmes propósitos que el año que viene no cumpliremos, pero hasta entonces tendremos tiempo para, entre otras cosas, leer unos cuantos libros.

Últimamente me he dedicado a leer a Stephen King y Joe Abercrombie, dos autores que no necesitan presentación. De Stephen King leí Joyland (mi reseña) y La Tienda (mi reseña). En cuanto a Joe Abercrombie, os hablaba hace poco de Un poco de odio (mi reseña) y El problema de la paz (mi reseña), primera y segunda parte de la trilogía La Era de la Locura. Ahora mismo estoy con el tercero y me está encantando, ya sabéis que es uno de mis autores favoritos. Pero ¿con qué me pongo cuando termine esta trilogía?

He creado un listado de libros que quiero leer este año. Casi todos son de fantasía y se me ha colado algo de novela histórica y otro poco de terror. Son ocho libros, uno para cada mes, y la verdad es que tienen todos una pinta buenísima. Vamos con ellos.

La sabiduría de las multitudes (Joe Abercrombie)

Mi lectura actual. Como os decía, es la tercera parte de la trilogía La era de la locura, de Joe Abercrombie, y me esta´gustando mucho ¿Pero cómo? ¿Que no habéis leído todavía al autor inglés? Pues ya estáis tardando. Fantasía oscura y sangrienta, pesimismo y humor sarcástico. Personajes memorables y frases lapidarias. Lecciones de vida. Grimdark, en definitiva. Como diría Logen, "hay que ser realistas". Pero si queréis saber más, por aquí os dejo el artículo que escribí explicando por qué hay que leer a Joe Abercrombie.

El caballero de los siete reinos (George R. R. Martin)

El señor barbudo de Juego de Tronos ha escrito más cosas además de su famosa saga Canción de Hielo y Fuego. Cosas como relatos de terror y ciencia ficción o novelas ambientadas en el mundo de Poniente pero en otra época. El caballero de los siete reinos es una de esas obras. Son tres cuentos que narran las aventuras del caballero errante Dunk y su escudero Egg y que suceden cien años antes que Juego de Tronos. Casi cuatrocientas páginas de fantasía medieval con duelos, sangre y aventuras. No puedo esperar a leerlo.

Filos mortales (Joe Abercrombie)

Una antología de relatos que transcurren en el Círculo del Mundo, el universo sangriento y despiadado creado por Joe Abercrombie. El escritor inglés nos cuenta más sobre personajes como Glokta, Logen Nuevededos, Curnden Craw, Shevedieh la ladrona y Javre. Muy interesante si queréis conocer el pasado de Sand dan Glokta cuando era un joven y diestro espadachín y aún no se había convertido en un tullido y desdentado torturador; o si queréis conocer a Logen Nuevededos cuando aún era amigo de Bethod, el padre de Calder y Scale que quiso unir todo el Norte. Un libro para los fans de Abercrombie.

La mejor venganza (Joe Abercrombie)

Y más de Abercrombie. Me he propuesto ponerme al día con el autor inglés y a La mejor venganza aún no le he hincado el diente. Tiene buena pinta, y eso que he escuchado opiniones de todo tipo sobre este libro: unos dicen que no es el mejor de Abercrombie, pero también hay quienes se declaran fans acérrimos de esta obra. La Mejor Venganza nos cuenta la historia de Monza Murcatto, la Serpiente de Tailins, a quien un día traicionan y decide vengarse. Y ya está. 

Vale, ya sé que no es el argumento más original del mundo, pues la venganza es un tema tan viejo como la historia del ser humano, pero eso es lo de menos. Lo bueno es la manera de narrar de Abercrombie, los personajes y los chorros de sangre que nos aguardan en esta novela. Estoy seguro de que se trata de una lectura peliaguda, lo que la convierte en una novela interesantísima. Por lo que he leído en la trilogía de La era de la locura, la Serpiente de Tailins es una mujer de armas tomar. Veremos.

Tierras rojas (Joe Abercrombie)

Y con esto ya estaría al día con el escritor de Lancaster. Seguiremos los pasos de Shy Shur, quien tendrá que rescatar a sus hermanos con solo dos bueyes y su padre adoptivo Lamb. Se tendrá que aliar con Nicomo Cosca, un personaje clásico de la obra de Abercrombie, y su abogado Temple. Leo por ahí que es una novela coral, con muchos personajes, y que no hace falta haber leído otros libros del autor para disfrutarla. Un western pero con espadas. Tiene muy buena pinta.

Roma soy yo (Santiago Posteguillo)

Santiago Posteguillo fue mi autor favorito durante años gracias a su trilogía sobre Escipión. Su manera de narrar sencilla y visual y su capacidad para recrear batallas me engancharon como ningún libro había conseguido hasta entonces. Devoré prácticamente todo lo que publicó el autor de Valencia y me interesó la historia de la antigua Roma, un mundo apasionante. Posteguillo ya ha publicado novelas sobre Escipión, Trajano y Julia Domna, y ahora es el turno del romano más famoso de la historia: Julio César.

Roma soy yo es el primero de una saga sobre Julio César. Posteguillo no pretende publicar uno o dos libros sobre este gran personaje, sino entre seis y ocho tomos. Al fin y al cabo, Julio César da mucho juego: Posteguillo tendrá que hablar de los inicios de César, de la guerra de las Galias, de la guerra civil, de lo sucedido con Cleopatra, de su muerte apuñalado en el senado. En fin, de muchas cosas. Dice el novelista de Valencia que es su gran proyecto y que ahora por fin está preparado para acometerlo. Estamos de enhorabuena, pues tenemos Julio César para rato. A disfrutarlo.

El arcano y el jilguero (Ferrán Varela)

Tengo una deuda pendiente que espero saldar este año con Ferrán Varela. Confieso que aún no he leído nada de este escritor de Barcelona, y eso que he me han llegado opiniones muy buenas sobre sus libros: que es fantasía de la buena, que es grimdark, que tiene una imaginación desbordante, que sus personajes son geniales... En fin, que tengo que leerlo ya.

El arcano y el jilguero es una novela de fantasía oscura que nos cuenta las andanzas de Mezen el Ariete, un demonio inmortal que disfruta desollando a sus víctimas. Y no sé a vosotros, pero a mí solo con esto me ha ganado. Mezen el Ariete es un torturador al servicio del imperio que se justifica a sí mismo diciéndose que todas las barbaridades que ha cometido han sido por un bien mayor. Pero un día conoce a Nara, una huérfana que no lo trata como al monstruo que él cree ser.

Cementerio de animales (Stephen King)

Ya, ya sé que este tendría que haberlo leído, pero uno no puede estar a todo y espero ponerle remedio antes de que termine el año. Dicen los fans, los lectores constantes de King, que Cementerio de animales es uno de los mejores libros del escritor de Maine, y que su final es lo más aterrador que han leído. Vamos, que hay que leerlo. No he visto la película y no pienso hacerlo hasta que lea novela para ver si realmente me sorprende tanto como debería.

"Louis lo había comprobado: el gato estaba muerto, y por eso lo había enterrado. Aun así, incomprensiblemente, el gato había vuelto a casa". Esto es lo primero que uno lee en la sinopsis del libro: un gato que muere y que resucita, y que vuelve a casa con cara de pocos amigos. Y un cementerio de animales que esconde un poder maligno. Ahora que lo pienso, no sé cómo demonios he conseguido no leer este libro aún. Quiero leerlo ya.


Y hasta aquí mis intenciones lectoras para lo que queda de 2022. ¿Os interesan alguno en concreto? ¿Me recomendáis algún otro libro? Os leo.


Entradas relacionadas:

- Reseña de Joyland (Stephen King).

- Reseña de La Tienda (Stephen King).

- Reseña de Un poco de odio (Joe Abercrombie).

- Reseña de El Problema de la Paz (Joe Abercrombie).

jueves, 14 de abril de 2022

Los mejores personajes de Oliver y Benji

Eran tiempos de bollycao y de fútbol en la plaza. Las preocupaciones se reducían a conseguir el cromo que nos faltaba o a ganarle el partidito a ese amigo que se había puesto chulo. Pero cuando llegaba la hora no había merienda que valiese ni partido de fútbol en la plaza que mereciese la pena. Porque cuando empezaba Oliver y Benji todos marchábamos raudos a casa. Nuestra prioridad eran los dibujos japoneses de moda, aquellos en los que veíamos a niños de once años llenar estadios y agujerear redes como si tal cosa. Aquello era lo más alucinante que habíamos visto en nuestra corta existencia y Oliver era un fuera de serie. Como Benji, como Tom. Unos genios todos ellos. 

Sin embargo, Captain Tsubasa tuvo también su parte oscura, sus perdedores y sus momentos macabros, y de ellos vengo a hablaros hoy. Y es que la derrota tiene su romanticismo, su épica, a menudo con la victoria tan cerca pero a la vez tan lejos. Como Aníbal cuando tuvo a Roma de rodillas, o como el Atlético de Madrid en aquella final de la Champions que terminó igualando Ramos de cabeza en el tiempo añadido. Porque sí amigos, la derrota a veces es dura y cruel como la vida misma y se empeña en producirse de la manera más dolorosa posible. Quizá por eso siempre me han caído mejor los perdedores, qué le vamos a hacer. De modo que aquí va mi ranking de mejores personajes (o debería decir perdedores) de Oliver y Benji.

 

Julian Ross: la figura que jamás ganó un Campeonato Nacional

Julian Ross era el futbolista más prometedor de la serie. Cuando Oliver era un don nadie este tío ya salía en revistas y se contaban maravillas sobre él: era técnico, buen pasador, gran rematador y el mejor líder sobre el terreno de juego. También tuvo algún que otro comportamiento machista, como un tortazo a lo Will Smith en una escena que sería impensable en los dibujos animados de hoy. Sin embargo, nadie protestó por esto y se ensalzaron las virtudes de Julian Ross, que las tenía y muchas. Pocos dudaban de que se trataba del mejor futbolista que iba a tener Japón. ¿Oliver? ¿Mark? ¡Ja! Nada en comparación con este genio.

Pero la vida es cruel y despiadada, y Julian Ross, a pesar de ser el mejor, jamás pudo ganar un torneo nacional. Y no porque no tuviese nivel, que como digo le sobraba, sino porque estaba enfermo del corazón. El pobre chaval.

Eso sí, nadie se atrevió a quitarle la ilusión. Os acordaréis de que cuando jugó las semifinales contra el New Team de Oliver estuvo a punto de darle un jamacuco. Julian estaba arrodillado con la mano en el corazón, la mirada perdida y la lluvia cayendo. La joven estrella estaba hecha un cristo y su vida parecía pender de un hilo. ¿Saldrá de esta? Nos decíamos nosotros con el corazón en un puño. Pero ni el entrenador lo sustituyó, ni sus padres pidieron el cambio ni el árbitro paró el partido. ¿Para qué? "No vamos a quitarle la ilusión al chaval", dijeron los progenitores de Julian Ross. O algo parecido. Y siguió jugando.

Afortunadamente no hubo que lamentar la muerte de nadie, pero como Julian Ross no pudo correr más y sus rivales sí, la selección natural siguió su curso y el New Team terminó eliminando al Mambo Fútbol Club (vaya nombrecito). Así que el jugador más prometedor de Japón no pudo triunfar. 

¿Aprendió la lección Julian Ross? Pues no, continuó jugando al fútbol a medio gas a pesar de su enfermedad. Se dedicó a ejercer de segundo entrenador (supongo que para explicar a todo el mundo en qué consistía el fuera de juego) y a jugar solo cuando las cosas se ponían demasiado feas. Nunca pudo rendir al cien por cien, pero nadie duda de que era el mejor. Una pena.

Patrick Everett: el delantero que fallaba más que una escopeta de feria

Un New Team plagado de estrellas había ganado el Campeonato Nacional. Un par de años después el equipo de Oliver se proponía volver a revalidar el título, pero aquel equipazo que se había impuesto en la final al Muppet de Mark Lenders ya no era el mismo. Ya no estaba Benji ni tampoco Tom Baker. Y aunque a algunos nos costó darnos cuenta, en el nuevo New Team tampoco estaba Jack Morris. ¿Y quién es ese? Preguntará alguno. La pregunta es lógica porque Jack Morris era un tipo prescindible. Vamos, que no era precisamente una estrella, pero quizá él no lo vio así.

Jack Morris era uno de los defensas del New Team campeón. Tenía una voz desagradable y una equis extraña entre las cejas y la nariz. No se dio cuenta de que si había ganado el campeonato había sido gracias a Oliver, Tom y Benji, así que se vino arriba y abandonó el New Team en busca de algo mejor. Se hizo jugador del Otomo y allí confió en las habilidades de otra estrella: Patrick Everett.

Everett era la gran esperanza de Jack Morris. Era joven, rápido como una bala y tenía un disparo impresionante. El tiro del halcón, lo llamaba. Lo conocimos en un entrenamiento del New Team, cuando a varios jugadores del Otomo, entre ellos Jack Morris y Patrick Everett, les dio por pasarse a tocar las narices. De repente se pusieron a correr, le quitaron el balón a Oliver, y Everett demostró de lo que era capaz poniendo en práctica su letal disparo. Como era habitual, Alan Crockett hizo la estatua.

Ante tal exhibición, Oliver se preocupó y empezó a entrenar más y más. Patrick Everett parecía bueno y le iba a exigir dar el máximo si quería clasificarse para el Campeonato Nacional. ¿Qué pasó al final? Pues que, como sabréis, Patrick Everett resultó ser un bluf. Pero un bluf de los gordos, además.

Sí, Patrick Everett era rápido, más rápido que Oliver. Pero lo era solo cuando corría sin balón. Lo de conducir y correr ya no lo llevaba tan bien, pues al parecer le faltaba técnica. Así que si le echabas un mendrugo esperando que lo rematara la cosa no terminaba bien. O se la ponías templadita y al pie con la calidad de David Beckham o el tío no remataba. Y si lo hacía, la echaba fuera.

Y es que ese era el otro gran defecto de Patrick Everett: que no tenía puntería. El tiro del halcón era potente, un trallazo, y si iba a puerta era difícil de detener sobre todo si el portero era Alan Crockett. Pero al delantero del Otomo le costaba chutar entre los tres palos, así que cuando por fin se enfrentaron al New Team, Everett hizo el ridículo. Merecido se lo tuvo, eso sí, por pasarse de listo en aquel entrenamiento del equipo de Oliver.

Patrick Everett prometía maneras y resultó ser un fiasco.

Teo Sellers: el portero que ocupaba toda la portería

No nos vamos a andar con eufemismos: Teo Sellers estaba gordo. Pero lejos de avergonzarse por ello como podría suceder a cualquier preadolescente de su edad, Teo hizo que su principal característica fuera también su mayor fortaleza. Estaba gordo, era gigantesco y ocupaba toda la portería. Por lo tanto, nuestro protagonista resolvió que se convertiría en un gran portero. Y lo logró.

Es verdad que no era Benji ni tampoco Ed Warner. No se impulsaba desde el poste como hacía este último, pues Teo Sellers no era tan espectacular. Digamos que se trataba de un portero sobrio. Sin embargo, a pesar de su sobrepeso, era más ágil de lo que pudiera parecer. Alguna estirada ya se marcó, y eso que solía jugar con los ojos cerrados, característica que compartía con Bob Denver, el central gigante del New Team. Cuando paraba, Teo Sellers se relamía como si estuviera a punto de comerse un buen chuletón.

El caso es que al gigantón le iba todo de maravilla hasta que le tocó enfrentarse al New Team de Oliver Atom. Teo Sellers no había encajado ningún gol, y se proponía continuar con la racha hasta vencer en el campeonato nacional. Pero el New Team le dio un buen baño de realidad, pues hacía falta algo más que ser un grandullón para ganar el campeonato nacional.

Y eso que durante los primeros minutos el partido estuvo igualado. Oliver y compañía no sabían cómo marcar gol hasta que descubrieron el punto débil de Teo Sellers: era grande, enorme, por lo que los tiros rasos no los llevaba tan bien. Además los listillos del New Team se percataron de que en esto del fútbol se le podía pasar a un compañero para que marcara gol, o sea que no siempre había que tirar un trallazo desde fuera del área. Esto sí que fue un descubrimiento. De modo que el equipo de Oliver puso en práctica sus nuevos hallazgos y terminó goleando al Nord Ford. Fácil y sencillo.

Eso sí, el pobre Teo Sellers se agarró un cabreo de los gordos. No estaba acostumbrado a perder y no encajó bien la derrota. Incluso estuvo a punto de soltar algún sopapo a sus rivales, pero al final se dedicó a lamentarse desconsolado. Se hizo ilusiones y llegó a pensar que podía ganar el campeonato nacional, pero pasó de estar imbatido a recibir una goleada. Como decía arriba, las derrotas a veces son crueles.

Jeff Turner: el alcohólico que entrenó a Mark Lenders

Jeff Turner fue el entrenador más importante que tuvo Mark Lenders. Cuando el chaval apenas tenía doce años, Turner le enseñó a jugar con garra, a dar codazos a sus rivales de manera que no pitaran falta y a agujerear las redes de sus rivales de un balonazo. Lenders aprendió lo más importante de este peculiar entrenador: para triunfar debía ser agresivo. Y estuvo a punto de ganar el campeonato nacional. Pero amigos, la sombra de Oliver Atom era alargada.

Un día Mark Lenders, acompañado de sus inseparable Dani Mellow y Ed Warner, abandonó el Muppet para ingresar en las filas del Toho, porque el dinero siempre ha sido el dinero y Jeff Turner no parecía tener mucho de eso. Tenía cerveza o sake, eso sí, o lo que demonios le diera por beber. El caso es que nuestro protagonista se dedicó a la bebida y siguió entrenando a un Muppet muy mermado por las bajas. Jeff Turner sabía que con sus actuales jugadores sería imposible ganar el campeonato nacional, que esa oportunidad ya había pasado cuando había contado con Mark, Dani y Ed, pero aun así continuó dando lecciones de vida a aquellos chavales que tanto lo admiraban. Porque Jeff Turner llevaba en el corazón entrenar. Y beber de vez en cuando, claro.

Y para demostrar lo desinteresada que era su manera de actuar, un día se acercó hasta su antiguo jugador Mark Lenders y le cantó las cuarenta: "En el Tohu te has vuelto blando", le dijo. "¡Eres un tigre sin dientes!", le espetó, y apareció en pantalla, efectivamente, la maravillosa imagen de un tigre desdentado. Fue uno de los mejores momentos de Oliver y Benji. A Mark aquello le pilló por sorpresa. ¿Quién iba a esperar que lo insultaran de aquella manera? Así de sopetón. 

El delantero del Toho se tomó muy en serio las palabras de su antiguo entrenador y se marchó a la playa. Porque debía recuperar aquella garra como fuera, así que estuvo chutando contra las olas. Y chutó, y chutó. Y siguió chutando. A pesar del tiempo y de la tempestad. A pesar de la lluvia. Hasta que por fin consiguió atravesarlas con el balón. Acababa de nacer un nuevo y letal disparo: el tiro del tigre.

Todo había sido gracias a Jeff Turner y a sus sabios y generosos consejos. Llamar tigre sin dientes a Mark fue suficiente para que el chaval fuera a la playa a arriesgar su vida y descubriera una nueva habilidad. Jeff Turner sí que se preocupaba por Mark, no como aquel antipático entrenador del Toho que no le pasaba una. De modo que Turner demostró tener carisma y unos métodos eficaces. Aun así no pudo ganar el campeonato nacional porque le desmantelaron el equipo tirando de talonario. Pero en fin, al menos bebida no le faltó.

Alan Crockett: el portero que tenía miedo al balón

Benji era el portero titular del New Team y una de sus grandes estrellas, pero solía estar lesionado. Así que en realidad el guardameta titular solía ser Alan Crockett. Benji y Alan se parecían en varias cosas: eran porteros, se colocaban bajo palos y se ponían guantes. Y hasta aquí las similitudes entre estos dos personajes, porque entre ellos había una gran diferencia: Benji era un genio y Alan era malísimo. Pero malo, malo. Malo con avaricia, algo así como el Karius de Oliver y Benji.

¿Por qué jugaba entonces Alan de portero? ¿De verdad no podía el New Team conseguir alguien mejor? Supongo que es algo que se preguntaba todo el mundo, Oliver Atom incluido. Alan no solía parar, sino que acostumbraba a hacer la estatua con los ojos bien abiertos hasta que el balón estaba en la portería. Daba igual que el disparo fuera potente o flojo. Croquett paraba alguna vez, sí, pero con la frecuencia de un eclipse. Era tan malo que Oliver ya sabía que tendría que marcar unos cuantos goles de más para compensar el estropicio que iba a provocar Alan. Pero no era solo que el portero suplente del New Team fuera malo, sino que además tenía miedo al balón.

Sucedió durante el primer enfrentamiento entre el New Team y el Muppet. Mark Lenders era un chaval agresivo que chutaba fuerte y daba codazos con la permisividad arbitral. Y además, Mark Lenders tenía instinto. Así que el discípulo de Jeff Turner olió la sangre y supo sacarle partido. ¿Cuál era el punto débil del New Team?, debió de pensar. Pues a falta de Benji Price, la portería era claramente la peor parte del equipo de Oliver. Mark lo sabía, y por eso resolvió que se encargaría de ello. 

Como buen estratega, el delantero del Muppet trazó un plan. No demasiado elaborado, eso sí, pero efectivo. Lenders arrebató el balón a Oliver y chutó apuntando al rostro de Crockett. Y obviamente este no reaccionó, sino que recibió un balonazo en la cara y encajó gol. Gotas de sangre y el balón en la red. Y gol, golazo del Muppet. Pero además Crockett había salido mal parado. Se quedó en el suelo, temblando con las manos en la cara y la mirada perdida. ¿Había miedo en aquellos ojos? Sí, claro que sí. Miedo y pánico. El pobre Crockett estaba aterrorizado.

Y con esto tuvo que lidiar el portero suplente del New Team. Cada vez que se acercaban los rivales, Alan Crockett hacía la estatua y el balón entraba. Era un trámite, pues todo el mundo sabía que no lo iba a detener, pero a pesar de todo Alan Crockett siguió jugando. Hasta que Oliver le dio una lección: le dijo que el balón era su amigo y asunto arreglado. ¿Y si Mark Lenders le arrancaba la cabeza de un balonazo?, pensábamos todos. Pues el balón seguía siendo su amigo igualmente, claro que sí.

Y a pesar de todo, Alan Crockett ganó el campeonato nacional. Un campeón.

martes, 5 de abril de 2022

El Problema de la Paz, de Joe Abercrombie

¿Os acordáis de eso que suelen decir los futbolistas cuando hablan de Messi y Cristiano? Ya sabéis lo pesados que se ponen con eso de que han tenido mucha suerte por coincidir con jugadores irrepetibles como estos dos, porque han podido jugar con ellos durante sus mejores años y bla, bla, bla. Tranquilos, no me voy a meter en debates futbolísticos con los que perdería mis cientos de lectores diarios (ejem), así que no cerréis vuestro navegador todavía. Pero el caso es que algo así sentí cuando terminé de leer El Problema de la Paz. Porque Joe Abercrombie está en sus mejores años, es un genio y los lectores tenemos la fortuna y el privilegio de poder disfrutarlo. 

Sinopsis de El Problema de la Paz

A pesar de los reveses sufridos, no hay nada que se interponga en el camino de Savine dan Glokta, en el pasado la inversora más poderosa de Adua, cuando ha puesto su ambición en un objetivo.

Para héroes como Leo dan Brock y Stour Ocaso la paz no es más que un inconveniente que debe remediarse cuanto antes. Pero primero hay que alimentar agravios y reunir aliados. Entre tanto, Rikke tiene que dominar el ojo largo... antes de que su poder acabe con ella.

En todos los sectores de la sociedad anida el descontento. Los Rompedores aún acechan en la clandestinidad, tramando planes para llevar a cabo el Gran Cambio que por fin libere al pueblo, mientras los nobles descontentos tratan de aumentar su influencia y sus prebendas.

Orso intenta hallar un camino seguro en el laberinto de cuchillos que es la política, pero sus deudas y sus enemigos no dejan de aumentar.

Mi opinión de El Problema de la Paz

Con El Problema de la Paz Joe Abercromble lo ha vuelto a hacer: personajes redondos que van evolucionando, muchísima sangre, giros inesperados y magníficos diálogos. En realidad es la misma fórmula de siempre, con ese tono irónico y ese humor sarcástico que tanto nos gustan, pero esta vez algunos pasajes me han parecido especialmente duros incluso para tratarse del libro de un tipo que suele lograr que torturadores y asesinos nos caigan bien. Y supongo que esto es mucho decir. 

Y es que El Problema de la Paz es una lectura que requiere de un estómago sólido en algunas partes, pero que también nos hace reflexionar sobre diversos aspectos de la vida: el orgullo, la ambición, la guerra, los grandes ideales, las revoluciones. ¿Merecen la pena? La novela de Abercrombie no es solo una lectura adictiva y divertida, sino que además nos da unas cuantas lecciones que vale la pena aprender.


"El bien y el mal no son tan fáciles de distinguir como parece -replicó Vick-. La cuestión es sobre todo desde dónde los miras".
 

Como ya sabréis, El Problema de la Paz es la segunda parte de la trilogía La Era de la Locura. Si en Un Poco de Odio (mi reseña) conocíamos a la nueva generación de personajes del Círculo del Mundo, en esta segunda entrega asistimos a la evolución de todos ellos y a una trama que avanza inexorablemente hacia la guerra.

Volveremos a seguir los pasos de Leo dan Brock, Orso, Rikke, Savine y Stour Ocaso, pero esta vez la nueva generación de personajes tiene pasado, heridas y traumas que han sufrido durante la primera parte de la trilogía. Y claro, esto hace nuestros protagonistas sean cada vez más interesantes y complejos. Como siempre, Abercrombie hace un trabajo magnífico con sus personajes.

Heridas que no sanan y giros inesperados


Quizá por eso El Problema de la Paz me haya gustado más que Un poco de odio: porque ya hay una trayectoria y un pasado que marca. Aquí las heridas duelen y no se curan, tanto las físicas como las emocionales. Algunos sufren porque su pierna no termina de sanar y otros porque el amor de su vida los rechazó. Porque esto es grimdark, fantasía oscura y Joe Abercrombie. Las cosas no suelen mejorar y cuando lo hacen no duran demasiado. 

Además tenemos unas cuantas sorpresas y giros finales que somos incapaces de ver, y eso que el escritor de Lancaster hace lo mismo en todas sus novelas. Me refiero a eso de sorprender con el final, a dar un giro que nos deja con la boca abierta. Ya lo hizo en Los Héroes, en la trilogía del Mar Quebrado, en Un poco de odio. Y ahora lo ha vuelto a lograr.

La trama principal del libro consiste en una reordenación de fichas. En Un poco de odio pasaron cosas terribles, hubo sorpresas y disgustos, y ahora los personajes se van situando en el bando que les corresponde, pues las condiciones y las posibilidades han cambiado. Digamos que ha habido un nuevo reparto de cartas y está por ver lo que hace cada uno con las que le han tocado. Por su parte, los Rompedores continúan acechando en la sombra y tienen algunos capítulos de protagonismo, pero no demasiados.


"Forma parte de la naturaleza de los hombres, y sobre todo de los ambiciosos, ser infelices".
 

El Problema de la Paz tiene menos revolución industrial y más intrigas, traiciones y alianzas en las altas esferas. Es divertido leer cómo todo avanza de manera ridícula hacia el desastre hasta que llegamos a un último tercio de libro que nos deja sin aliento. Aquí la sangre y la crudeza alcanzan cotas pocas veces leídas por un servidor, y eso que no me distingo por leer novelas románticas.

A falta de terminar de leer la tercera entrega me atrevo a señalar que Abercrombie ha conseguido que esta nueva trilogía sea más entretenida y enganche aún más que algunas de sus anteriores novelas. Por ejemplo, La trilogía de La Primera Ley fue una sorpresa y era genial porque tenía personajes como Logen, Glokta, Jezal, Bayaz o el Sabueso. Personajes irrepetibles, grandes leyendas y complejos como nadie. Pero se ha solido decir que los tres primeros libros del autor inglés son de ritmo lento. 


"Había orgullo cívico en los ciudadanos de la poderosa Adua, la Ciudad de las Torres Blancas, pues nadie respiraba unos vapores tan densos ni bebía un agua tan sucia como ellos, ni pagaba tanto por unas habitaciones tan pequeñas".

 

Bueno, pues eso no sucede en la trilogía de La Era de la Locura: hay más acción, más conflicto, más traiciones, más sexo explícito y los personajes siguen siendo tan interesantes como siempre. Incluso se abordan temas como la homosexualidad, que no recuerdo haber leído antes en un libro de Abercrombie. Quizá podría decirse que el escritor de Lancaster ha hecho buena esa frase de Terry Prachett que decía que "el progreso solo significa que las cosas malas suceden más deprisa". En esta nueva trilogía todo sucede más deprisa, tanto las cosas malas como las peores.

En fin, que El Problema de la Paz es otra gran novela de Joe Abercrombie, y van unas cuantas. Todo queda dispuesto para La Sabiduría de las Multitudes, donde veremos si por fin llega el gran cambio que quieren impulsar los Rompedores.

Cinco bigotes para El Problema de la Paz.





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