Joyland cuenta la historia de Devin Jones, un joven de veinte años que decide trabajar un verano en un parque de atracciones. El protagonista ya tiene sus propios problemas amorosos cuando empieza a trabajar en Joyland, donde hace años se cometió un asesinato y donde, según cuentan, de vez en cuando se aparece el fantasma de la chica asesinada. A Devin Jones se le mete entre ceja y ceja que quiere ver al fantasma, y no parará hasta descubrir quién asesinó a la pobre chica.
Joyland es buena por muchas cosas. Por ejemplo, por lo precisa que es. Se suele acusar a Stephen King de irse por los cerros de Úbeda en varias de sus novelas, pero aquí eso no pasa. La novela tiene 304 páginas y se lee en unas pocas sentadas. Todo está por algo y uno no tiene la sensación de estar leyendo paja. Y es así hasta la última palabra.
El tono de la novela es otro de sus puntos fuertes. Cuando uno se sumerge en sus páginas, Joyland nos lleva directos a la mente y al corazón de un joven americano de los años setenta. Escrita en primera persona del singular, la novela de Stephen King es capaz de humedecernos los ojos a veces, y de que contengamos la respiración en otras ocasiones. Entendemos al protagonista, empatizamos con él. Podemos vernos reflejados en algunas de sus experiencias, sentimos como propias varias de las putadas que le toca vivir, y la lectura es tan fluida que somos capaces de ver lo que sucede.Además de todo esto, lo que hace que sigamos leyendo es que hay varios misterios por resolver. ¿Quién asesinó a Linda Gray? ¿Será verdad que el fantasma de la joven se sigue apareciendo en la Casa Embrujada? Pero también nos interesan los problemas de Devin Jones. ¿Superará su fiasco amoroso?
En Joyland conoceremos el día a día de un parque de atracciones de los de toda la vida, con sus norias, sus videntes y sus casas embrujadas. Veremos a Devin Jones bailar disfrazado de perro, asistiremos a los efectos del desamor y viviremos la parte más dura e injusta de la vida. Quizá sin quererlo, Stephen King nos trae un buen puñado de lecciones a través de las experiencias de Devin Jones.
Pero supongo que lo que más me impresiona de Joyland es lo perfecto que cuadra todo. Es como si el libro estuviera escrito antes incluso de escribirse, como si la historia ya existiera y Stephen King se hubiera limitado a depurarla para nosotros. Se lee tan fácil y uno entiende tan bien los sentimientos del protagonista, que nos zambullimos en las páginas del libro sin apenas esfuerzo. No son muchos los libros capaces de transmitir tantos sentimientos en tan pocas páginas. Será por el tono, por la nostalgia, por lo que implica hacerse mayor. O porque Stephen King es muy bueno.
Cinco bigotes para Joyland.
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