viernes, 22 de abril de 2022

El Último Duelo: tres verdades que enganchan

El Último Duelo era para mí una de esas películas que te atraen y te alejan a partes iguales. Me encanta el cine de época, la literatura histórica y la fantasía épica y medieval. Así que la cinta de Ridley Scott, que transcurre en la Francia del siglo XIV, me llamó la atención desde el principio. Parecía que había justas, duelos, batallas e intrigas palaciegas. Todo eso me fascina, y al parecer El Último Duelo iba sobrada de estos ingredientes. Qué bien, me dije acariciándome el bigote. Tiene buena pinta, pensé.

Pero como decía, tenía dos prejuicios que me alejaban de la película: el primero, que era muy larga, dos horas y media, demasiados minutos para verla de tirón un día de labor; y mi segunda reticencia era que trataba el tema de una violación a una mujer en la Edad Media. Me explico: en realidad el problema no era el tema sí, sino cómo iba a abordarlo Hollywood, que ya sabemos que son capaces de plantarnos feministas convencidas y obreros con conciencia de clase en el siglo XIV si se les cruza el cable. Y aunque se trata de una obra de ficción y sus creadores pueden hacer lo que les dé la real gana, a mí ese tipo de cosas me suelen sacar de la historia, qué le vamos a hacer. Y claro, cuando vi el tráiler me temía lo peor.

Pero no, tengo que reconocer que estaba equivocado. El Último Duelo es una gran película, con una duración larga pero justificada, y con una buena recreación de lo que podía ser la mentalidad de la época. No encontraréis feministas ni lenguaje igualitario en el siglo XIV en esta película, sino unos esquemas mentales que aterrorizan hoy día sobre todo porque eran reales. Y es que basta con reproducir la manera de funcionar de aquella sociedad para entender las injusticias que se cometían. Os cuento.

Sinopsis de El Último Duelo

El Último Duelo nos ubica en la Francia de 1386. Narra el enfrentamiento entre el caballero Jean de Carrouges (Matt Damon) y el escudero Jacques LeGris (Adam Driver), pues acusa el primero al segundo de violar a su esposa, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer). El Rey Carlos VI decide solucionar el conflicto con un duelo a muerte. Si gana de Carrouges, Marguerite será vengada, pero si vence LeGris, ella será quemada en la hoguera como castigo por falsas acusaciones.

La película la dirige un tal Ridley Scott, director de cintas como Gladiator, Alien y Blade Runner. Y el guion, de Ben Affleck, Matt Damon y Nicole Holofcener, está basado en el libro de Eric Jager, un ensayo que relata el conflicto que tuvo lugar entre los tres personajes principales.

El Último Duelo: tres puntos de vista

Lo primero que llama la atención de El Último Duelo es la manera de contarnos la historia. La película no tiene una narración lineal, sino que está dividida en cuatro partes. La cinta de Ridley Scott nos muestra primero la versión de Jean de Carrouges, después la de Jacques LeGris y en tercer lugar la de Marguerite. Por último asistiremos al épico y sangriento duelo entre el caballero y el escudero. 

Es verdad que lo que sucede durante la proyección se repite a menudo. Al fin y al cabo, El Último Duelo nos está contando lo mismo tres veces. Sin embargo, resulta muy interesante captar los matices de la versión de cada personaje. ¿Cuál es la reacción que tiene cada uno cuando se besan? ¿Esa mirada es de tonteo o es simplemente una formalidad? Pues dependerá de quién nos lo esté contando. Además no todos los personajes han vivido lo mismo, de modo que según vayamos conociendo las verdades de cada uno de ellos tendremos también más información, como conversaciones y comportamientos que antes no habíamos visto. Con esta subjetividad Ridley Scott nos erige en jueces de los acontecimientos y nos hace dudar. En algún momento temprano incluso nos preguntaremos si de verdad hubo violación o no.

Todo esto es posible gracias a unas actuaciones soberbias. El nivel general de los intérpretes es alto, pero mención especial merecen los tres protagonistas: Matt Damon, Adam Driver y Jodie Comer. Si la película nos incomoda, si nos emociona, si nos transmite, es en gran parte gracias al gran trabajo que hacen estos tres intérpretes.

Matt Damon, Adam Driver y Jodie Comer

Matt Damon encarna a Jean de Carrouges, un caballero tosco y zafio muy preocupado por medrar, por sus tierras, por sus bienes y por su descendencia, pero quizá no tanto por querer a su mujer. Es genial cómo Damon representa el comportamiento de una persona acomplejada, materialista, luchadora e irascible, y pone de relieve la manera de funcionar de la economía del siglo XIV, basada en las propiedades, en las tierras y en las herencias. Llama la atención la actuación de Damon porque estamos acostumbrados a ver al actor americano en otro tipo de papeles, pero aquí lo borda. Jean de Carrouges no es precisamente la alegría de la huerta, y si tuviera que elegir entre irme de cañas con él o con LeGris, sin duda elegiría a este último.

Y es que el personaje de Adam Driver es justo lo contrario. Un tipo culto, instruido en las letras y en los números, pero también un vividor con don de gentes. De Carrouges y LeGris tienen comportamientos opuestos: el primero es tosco, agresivo y vulgar pero luchador y defensor de lo suyo; el segundo tiene una mentalidad más abierta y libertina. Lo cual puede estar bien a veces (por ejemplo para irse de cañas) hasta que uno se pasa de la raya. Y LeGris, animado por su amistad con el primo del Rey de Francia, terminará creyéndose capaz de todo y cometerá una violación que causará el principal conflicto de la película.

Quien la padece es Marguerite de Carrouges, interpretada de manera fabulosa por Jodie Comer. La actriz británica hace un gran trabajo transmitiendo esa soledad, esa culpa, esa rabia, esa injusticia que le ha tocado vivir. Pero también se trata de una mujer inteligente que va a jugar sus cartas, aunque sean pocas y malas, hasta el final. Una luchadora, una mujer valiente que conoce las terribles consecuencias que puede acarrear su decisión y que no se enfrenta tan solo al trauma de una violación, sino también a toda una mentalidad, a toda una manera de ver las cosas contra la que la verdad en ocasiones poco puede hacer.

Estos son los tres protagonistas de la película y, como digo, hacen un gran trabajo. Pero no son los únicos que están acertados. Ben Affleck interpreta al Conde Pierre d'Alençon, un tipo caprichoso, privilegiado, mujeriego y primo del Rey que da y quita a su antojo según le caiga en gracia la persona que tiene delante. Harriet Walter es la madre de Jean de Carrouges, quien es especialmente dura con la esposa de su hijo. Alex Lawther es el Rey de Francia, un joven que no dice demasiado pero lo dice todo con sus sonrisas y con sus carcajadas cada vez que aparece la sangre. Desde luego, el monarca no parece ser la persona más empática del mundo. Todos ellos lo hacen bien, con sus matices, con sus sonrisas y sus comportamientos, y nos acercan a esa sociedad estamental formada por nobles y pueblo llano.

No puedo terminar esta reseña sin mencionar dos de los mejores aspectos de la película. Por un lado, vestuarios y escenarios. Da gusto ver las armaduras, los vestidos, los interiores de palacios y viviendas. Y por otro, las escenas de acción. Ridley Scott no abusa de ellas, pues se centra sobre todo en el conflicto del abuso sexual, pero cuando hay acción se disfruta de lo lindo. De vez en cuando tenemos alguna escaramuza, alguna batalla en la que Jean de Carrouges y compañía se dan de tortas. Y aquí no hay medias tintas. Chorros de sangre y espadas que atraviesan. Real como la vida misma. Y por supuesto tenemos el final, con un duelo que nos hace contener la respiración.

Cinco bigotes para El Último Duelo.


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